La gran burguesía y los grandes terratenientes esperaban con ansias la
postura de la CONAIE respecto a la segunda vuelta electoral. En este contexto,
la organización indígena se convirtió en el objetivo predilecto del oportunismo
político. Tanto los burgueses compradores (Noboa) como los burgueses burócratas
(González) han intentado seducir a la estructura política de la CONAIE con el
fin de cooptar su respaldo en la segunda vuelta.
Sin embargo, la CONAIE ha jugado sus cartas de manera ambigua y
contradictoria, asumiendo un supuesto "poder" político, como si su
decisión fuera determinante en el destino de los dos candidatos en disputa.
Pero esta percepción es una ilusión. La realidad evidencia que la organización
opera desde una debilidad estructural, más simbólica que efectiva. Sus
asambleas han expuesto su carácter policlasista, revelando contradicciones
internas irreconciliables que imposibilitan su funcionamiento como una
organización monolítica y cohesionada.
Antes de su pronunciamiento público sobre los dos candidatos que
representan a la gran burguesía y los terratenientes en las elecciones de
abril, en la Asamblea de la CONAIE del 12 de marzo de 2025, ya se había
evidenciado el respaldo de varias de sus facciones a Noboa. Entre ellas destaca
la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana
(CONFENIAE), cuyo peso político en la Amazonía y dentro de la CONAIE la
convierte en un actor clave. Esta organización no solo se alinea con el régimen
fascista, sino que también traiciona la postura de Iza sobre el extractivismo,
la minería y la explotación en Yasuní y Sacha.
Muchos de sus dirigentes defienden abiertamente la extracción petrolera y
minera porque, sin disimulo, han sido comprados por las transnacionales. ¡Que
nadie se engañe! ¿Habrá quien ponga las manos en el fuego por Llori, Pandam y
compañía?
No es distinto el caso del Movimiento Indígena de Chimborazo (COMICH), cuyo
dirigente, Fernando Guamán, es un reflejo de los niveles de corrupción,
degeneración y oportunismo dentro del movimiento indígena organizado en torno a
las filiales de la CONAIE. Sin argumentos políticos ni ideológicos de peso,
estas estructuras no han dudado en rendirse ante Noboa y legitimar su régimen.
Y Auqui Tituaña, dirigente de un sector de indígenas de Imbabura, sin
rubor, sin sangre en la cara, se pronunció en ese mismo sentido.
Quizás esta sea la muestra más clara de la incoherencia ideológica,
política y programática de la CONAIE.
Nada parece encajar del todo, nadie ha quedado satisfecho y el
resquebrajamiento político es inminente. Sin embargo, esta fractura no responde
únicamente a factores externos, aunque estos influyan en el proceso.
No dudamos en absoluto de que Noboa, fiel al pragmatismo manipulador de los
regímenes fascistas, haya comprado la conciencia de los dirigentes de las
organizaciones que conforman la CONAIE. Nada nuevo bajo el sol. Tampoco sería
sorprendente que el correísmo haya negociado con los dirigentes restantes,
basándose en el cumplimiento de ciertas demandas que la CONAIE ha planteado
durante su campaña electoral y que han generado tensión entre ambos candidatos.
Por supuesto, sin descartar que en el proceso se hayan acordado cuotas de
poder, cargos, recursos y proyectos, todo aquello que puede convertirse en
moneda de cambio para comprar voluntades políticas, expuestas en las últimas
semanas al mejor postor.
Sin embargo, más allá de estos factores, la CONAIE está implosionando. Su
retórica ya no coincide con los intereses y aspiraciones de sus bases, que,
desesperadas, buscan soluciones a los problemas que afectan a la mayoría de
campesinos e indígenas que viven en condiciones dramáticas.
Gamonalismo, Semifeudalidad y Electorerismo: La
Trampa Ideológica de la CONAIE
La CONAIE va de tumbo en tumbo. No nos dejemos obnubilar por sus aparentes
posiciones radicales, que dicen mucho, pero poco a la vez. Su problema es
estructural, ideológico y, por supuesto, político.
Quiérase o no, es evidente que, espoleada por el más conspicuo y protervo
trotskismo, ha empujado constantemente a sus bases a estabularse en ese gran
redil electoral que, por su carácter de clase, deslegitima tanto lo obrado como
cualquier propuesta, por más "roja" que se haya emitido.
“Somos una organización que lucha en contra del
capitalismo, el neoliberalismo, el racismo, y el fascismo, jamás hemos apoyado
a la derecha y a la oligarquía, nuestro proyecto político se basa en la transformación
del Ecuador a un Estado plurinacional, de justicia social, con respeto a la
naturaleza y a la vida digna”, señaló Iza.
Resulta sorprendente escuchar a Leónidas Iza, quién al galope y a lomo de
burro, sin inmutarse, afirma que la CONAIE es una organización anticapitalista;
y no solo eso, sino que, en varias ocasiones, ha caracterizado al Ecuador como
un país “capitalista dependiente”.
¿Cómo sostener tal declaración cuando los miles de campesinos e indígenas
que conforman la CONAIE y sus filiales, viven atrapados en minifundios
improductivos o sometidos a la más abyecta explotación y servidumbre en
latifundios que aún conservan vestigios feudales?
Dependen de la lluvia para regar sus cultivos y trabajan con herramientas
rudimentarias propias del feudalismo. A Iza se le olvida que los indígenas
pobres —o, mejor dicho, los campesinos indígenas— aún labran la tierra con
tracción humana, muchas veces en tierras ajenas, arrendadas o “al partir”; en
el mejor de los casos, en pequeñas parcelas propias que no superan un cuarto de
hectárea.
Cientos de miles de campesinos se dedican a una producción agrícola de
subsistencia Su producción apenas alcanza para el autoconsumo familiar y, con
suerte, para vender los excedentes en el mercado.
¿Podría Iza imaginarse el agro ecuatoriano sin el machete, azadón y mulas?
¡Imposible!
La CONAIE debe entender que caracterizar al país como capitalista implica
relegar al campesinado e indígenas pobres a un papel ajeno a la revolución.
Ellos no son proletarios; son campesinos, pequeña burguesía y, en el peor de
los casos, peones.
No se dan cuenta de que, al negar el carácter semifeudal de la sociedad,
están descartando de un solo machetazo el problema campesino.
¡Somos anticapitalistas!, dicen. Para comprender la realidad y
transformarla, es imprescindible reconocer que nuestra base productiva sigue
marcada por un régimen de producción semifeudal, cuyas estructuras también se
reflejan en la superestructura.
El gamonalismo sigue operando, son quienes se encargan de corporativizar en
el campo, a las masas campesinas, consolidando el dominio del Imperialismo, de
grandes burgueses y grandes terratenientes; además, evolucionando la
semifeudalidad. No solo ejercen control económico y político, sino que también
se encargan de perpetuar los valores de la vieja democracia burocrática.
Figuras como Iza arrastran a las masas a la vorágine electoral, adormeciendo su
conciencia de lucha, vendiendo la ilusión del sufragio como salida y tratando
de “amortiguar” la lucha de clases.
Y lo fundamental, la servidumbre, que es transversal en las relaciones de
producción. Es decir, toda la estructura económica nacional tanto en el campo
como en la ciudad nos dicen o avalan esta afirmación.
Cuando la CONAIE habla de capitalismo, nos recuerda a los sátrapas de
Echazú y su consorte en Bolivia, quienes creen que la mera presencia de un
tractor en el campo equivale a industrialización. Que, por el solo hecho de
existir relaciones salariales, hay capitalismo.
Se pasan de imbéciles. No entienden su propia realidad, o, mejor dicho, no
quieren entenderla, porque hacerlo los obligaría a abandonar su "zona de
confort", renunciar a sus privilegios de kurakas y caudillos, y ponerse a
trabajar realmente por la transformación revolucionaria de la sociedad.
Es fácil decir: “somos capitalistas”, lo que implica asumir que el
proletariado es la fuerza principal en las movilizaciones, en las luchas y, en
el hipotético caso de que quisieran hacer la revolución. Pero, ¿qué
proletariado puede existir en un país sin industria, donde predomina la
producción artesanal ligeramente industrializada, precaria, campesina,
burocrática, comercial e informal?
Lo dicen porque encaja con su discurso solapado. Alimentan los
levantamientos campesino-populares como piezas de sus mezquinas agendas
políticas, sabiendo de antemano que están condenados a ser la "crónica de
una muerte anunciada". Su desenlace es siempre el mismo: la mesa de
negociación, donde se presentan como “victoriosos” aun en la derrota,
fortalecidos públicamente no solo en lo político, sino también en su rastrera
vanidad de kurakas del siglo XXI.
Luis Macas, Antonio Vargas, Alfredo Viteri, Nina Pacari... una larga lista
de individuos que, en su momento, cabalgando sobre las masas campesinas,
levantaron sus templos de corrupción en medio de la lucha y la desesperación de
miles de campesinos e indígenas. Aquellos que, ingenuamente, creyeron que estos
dirigentes podían señalar el camino para redimirlos de su miseria. La historia
de la traición a las luchas y sangre del pueblo no es nueva, es vieja data.
¿Acaso los levantamientos campesino-populares no han sido entregados y
vendidos en esas mismas mesas de diálogo? ¿No fueron la CONAIE y sus dirigentes
quienes, una y otra vez, negociaron con el Estado a costa de los mutilados,
heridos, presos, desaparecidos y de la sangre de quienes dieron sus vidas en
las rebeliones de 2019 y 2022?
La CONAIE y quienes la alimentan ideológicamente deben comprender que la
mera existencia de relaciones salariales no implica necesariamente la presencia
de un sistema capitalista desarrollado; no, se equivocan, “En la
agricultura, el establecimiento del salario, la adopción de la máquina, no
borran el carácter feudal de la gran propiedad. Perfeccionan, simplemente, el
sistema de explotación de la tierra y de las masas campesinas”. Es
fundamental leer a Mariátegui, pero no desde una perspectiva ecléctica, sino
desde una posición de clase.
Los dirigentes de la CONAIE no comprenden el problema de la tierra; es más,
en su discurso complaciente con la gran burguesía y los latifundistas, evitan
mencionarlo por completo. Ignoran un problema fundamental para los campesinos e
indígenas pobres: el acceso a la tierra, y no solo eso, la eliminación de
relaciones de producción semifeudales.
En su lugar, hablan de “territorios”, evadiendo la contradicción principal:
masas-feudalidad. Lo reducen todo a una cuestión “nacional”, de “territorios”,
sin considerar las contradicciones antagónicas que se desarrollan dentro de
ellos.
El problema del campesinado y en gran parte de los indígenas, radica en la
tierra y, en torno a ella, en la persistencia de la semifeudalidad. Tierra,
servidumbre y gamonalismo; gran propiedad/ latifundio, como base, gamonalismo
como la expresión concentrada del Poder feudal y la vía de corporativización de
las masas, y, servidumbre, porque es lo que sostiene el carácter semifeudal.
Basta con observar figuras como Lourdes Tibán y la dirigencia de la CONAIE,
donde el servilismo se convierte en el mecanismo mediante el cual se perpetúan
todos los aspectos del dominio estructural.
Citamos a la “Tibán” por su habilidad para manipular a las masas indígenas,
empujándolas, como en tiempos de las mitas, a entregar su fuerza de trabajo
gratuitamente al Estado bajo la figura de la “minga”. Se jacta de “ahorrar en
el pago de mano de obra” para la construcción de puentes, carreteras y otras
infraestructuras en Cotopaxi. Sin embargo, está claro que ese
"ahorro" beneficia al Estado, no a los campesinos. Se apropia de su
trabajo, perpetuando una práctica claramente semifeudal. En esencia, ¡es feudalismo!
Algo que no deja de llamarnos la atención es que, en el discurso de la
dirigencia indígena (CONAIE), no hay espacio para hablar del imperialismo ni de
la necesidad de combatirlo. Se limitan a decir que "son anti capitalistas"
y nada más.
Con relación a que el país es capitalista, no se quedan entrampados en eso.
Le añaden eso de que es dependiente, capitalista dependiente. Repitiendo,
si es que se percatan, lo mismo que los heraldos bastardos de las teorías
desarrollistas-nacionalistas de la CEPAL, de los años 50´s del siglo pasado.
Así es como la dirigencia de la CONAIE se extravía por completo, atrapada
en su propia incoherencia, igual que en las elecciones y sus pronunciamientos:
“somos una organización que quiere la transformación revolucionaria de la sociedad”
dicen; ¡pero en las urnas!
Su discurso destila un rancio trotskismo, mezclado con un nacionalismo
burgués que, de vez en cuando, intenta disfrazarse de radical y, en más de una
ocasión, de rojo y revolucionario.
La CONAIE AMBIENTALISTA.
Mineros Ilegales o Campesinos Empobrecidos: La
Farsa de la CONAIE
La CONAIE también se proclama ecologista y en contra de la minería. En su
discurso, mete en el mismo saco a la gran empresa minera, a las transnacionales
y a la minería “ilegal”, sin hacer distinciones de fondo.
Oponerse a la gran minería es una postura que comprendemos y respaldamos,
pero no desde una visión planteada desde el ecologismo burgués que se limita al
ambientalismo superficial. No, la lucha contra la gran minería debe asumirse
desde una perspectiva antiimperialista, porque este sector no es simplemente un
problema de reivindicación doméstica, sino que, la minería a gran escala,
responde a un proyecto estratégico del imperialismo. Para los comunistas,
enfrentar a las grandes empresas mineras significa emprender, en primera
instancia, la lucha por la tierra (en manos de quién está y a quién sirve),
pero también vincular esta batalla con la lucha contra el imperialismo.
Iza no habla de democratizar la tierra, de arrebatar los territorios
concesionados a las grandes empresas mineras y entregarlos al campesinado
pobre. Nada de eso.
Mucho menos plantea desarrollar las fuerzas productivas, impulsar la
industrialización en la producción de pequeños y medianos campesinos o eliminar
las relaciones de producción abyectas. No, en lugar de eso, los entrampan en el
turismo comunitario, una estrategia que los mantiene vendiendo miseria y
alimentando la ilusión de una cultura que solo expresa la nostalgia de las
masas por la tierra que no tienen o que, si la tienen, es inservible e
improductiva.
Y no solo eso. Incluso en las tierras comunales, los dirigentes de la
CONAIE que han sido designados para dirigir GADs provinciales —como el caso del
ladrón, oportunista y rabioso dirigente indígena Curicama— terminan
convirtiéndose en terratenientes, en nuevos latifundistas que reducen a sus
propios compañeros a la condición de peones en sus predios.
¡Son una verdadera peste oportunista!
Pero hay más. También encuentra la manera de alinearse con el imperialismo
y la reacción.
Los campesinos pobres, aquellos que no tienen tierra, aquellos que viven de
entregar servilmente su fuerza de trabajo, en su mayoría, se encuentran en
provincias como Cotopaxi —donde se supone que está su reducto político y debe
conocer a fondo—, Chimborazo, Azuay, Loja, la Amazonía, Imbabura, Carchi,
Esmeraldas, El Oro, Los Ríos y muchas otras, también se dedican a la minería.
Estos campesinos tienen comportamientos productivos cíclicos: trabajan la
tierra como peones o en sus propios predios, y eventualmente migran hacia las
minas o buscan recoger algún gramo de oro en playas y quebradas, para conseguir
algo de dinero que les permita subsistir o financiar su actividad agrícola.
Claro, son víctimas de las bandas criminales que los extorsionan, los
“vacunan” o les roban su "producido", como dicen ellos. Eso es una
cosa. Pero de ahí a criminalizarlos, como lo hacen, hay un abismo de
diferencia.
Eso, señor Iza, es una infamia.
Los llamados "mineros ilegales", a quienes usted demoniza en
nombre del gobierno, de las grandes empresas mineras y del ecologismo burgués,
NO SON DELINCUENTES. Son campesinos empobrecidos, trabajadores precarizados,
que eventualmente devienen en subproletarios, obligados a buscar en la minería
lo que la tierra, los gamonales, los latifundistas y el capitalismo burocrático
les niega.
La minería popular y artesanal debe ser legal. El problema no son los
mineros, ni la producción minera en pequeña escala; el problema son las
condiciones estructurales que han generado un ejército de delincuentes que se
ensañan con los más débiles, con los más pobres, entre esos, con campesinos en
indígenas pobres que minan artesanalmente. Vea a los AWA, vea al pueblo negro,
quienes, al parecer, no existen para la CONAIE.
¿Lo fácil? Calificarlos de ilegales, de delincuentes. ¿No sería lo correcto
organizarlos, brindarles seguridad e industrializar su producción, para que
deje de ser artesanal y rudimentaria, donde de manera forzada surgen relaciones
de producción extremadamente complejas?
Veamos si sigue pensando de la misma manera cuando los campesinos e
indígenas de la Amazonía, que extraen metal de la tierra bajo la figura “legal”
de la “minería ancestral” como ustedes la llaman, comiencen a ser extorsionados
y violentados; a ver si entonces también los tildan de “ilegales”.
"Luchamos contra el racismo", dicen. Y
está bien.
En términos generales, cuando más expresan su oposición a cualquier forma
de políticas o comportamientos discriminatorios, hacen lo correcto. Al final,
son precisamente los países semifeudales donde la discriminación se manifiesta
de manera más abyecta.
Pero cuidado:
"Del prejuicio de la inferioridad de la raza indígena, se empieza a
pasar al extremo opuesto: el de creer que la creación de una nueva cultura
americana será esencialmente obra de las fuerzas raciales autóctonas.
Sobreestimar esta tesis es caer en el más ingenuo y absurdo misticismo. Al
racismo de quienes desprecian al indígena, creyendo en la superioridad absoluta
y permanente de la raza blanca, sería insensato y peligroso oponer el racismo
de quienes sobrevaloran al indígena, con una fe mesiánica en su misión como
raza en el renacimiento americano."
“Solo un movimiento revolucionario clasista,
protagonizado por las masas indígenas explotadas, podrá dar un sentido real a
la liberación de su raza.” Mariátegui
El Neoliberalismo como Espantajo: La CONAIE y su Discurso sin Contenido de Clase
Pero la CONAIE no se detiene ahí; también dice estar en contra del
neoliberalismo. Habrá que preguntarles: ¿qué carajos entienden por
neoliberalismo?
Y eso es grave, porque la “izquierda” domesticada, y la “izquierda
extraviada” habla del neoliberalismo con total ligereza, como si fuera una
categoría marxista avanzada, capaz de describir correctamente las relaciones de
producción, la línea política de un régimen o la esencia misma del capitalismo.
Lo utilizan como si fuera un concepto absoluto, un dogma que explicara todo
el funcionamiento del sistema, por encima del modo de producción establecido,
como si el neoliberalismo fuera un fenómeno dialéctico propio del capitalismo;
tanto así que la CONAIE proclama: "somos anticapitalistas,
antineoliberales...", como que en su cerebro las ponen o colocan al mismo
nivel.
Esta confusión conceptual no es casual; es la muestra del oportunismo
ideológico, de la falta de rigor práctico-teórico; subyace a la necesidad de
acomodar el discurso a la coyuntura electoral y al reformismo, procurando descarnar
del capitalismo sus resabios feudales, la servidumbre, el gamonalismo, etc.,
que perviven en esta vieja sociedad.
Sin embargo, el neoliberalismo no es más que un concepto vacío, una
categoría construida desde la academia burguesa, sacada del bolsillo de un
payaso, que no explica la esencia del capitalismo contemporáneo ni mucho menos
su dinámica estructural.
Su única utilidad es alimentar el discurso seudoacadémico, ese que se vende
como heurístico, innovador, adornado con términos rimbombantes que no dicen
nada. Un discurso que sirve a los oportunistas que buscan la manera de
justificar su posición de cara a ciertas manifestaciones políticas que no
atacan los problemas estructúrales de la sociedad, que buscan encontrar la
"calentura en las sábanas”, en lugar de enfrentar el problema de raíz: la
semicoloniedad y la semifeudalidad.
El neoliberalismo no es una categoría marxista. Los comunistas no la
sostenemos ni la esgrimimos, porque no proviene del materialismo histórico, porque
es un concepto generado desde el postmodernismo, surgido en los años 30 del
siglo pasado, y más tarde instrumentalizado durante la Guerra Fría, fortalecido
por la CEPAL en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado con su
debate bizantino sobre desarrollo o subdesarrollo. Su propósito es
reduccionista, una manera de simplificar el capitalismo "malo",
haciéndonos creer que este sistema puede dividirse en dos rostros opuestos: uno
agresivo y salvaje, el del “libre mercado” desregulado; y otro, más tenue, más
humano, (no neoliberalismo) el del capitalismo con rostro “social”, el que
profesan la burguesía burocrática y la socialdemocracia.
Este discurso no es más que una trampa ideológica. Busca desviar la lucha
contra el capitalismo burocrático para simplificarlo y reducirlo a la lucha en
contra el neoliberalismo, y de yapa, contra la globalización. Y ojo, lo más
grave es que esto sale de la boca de indígenas/campesinos, que son los más
afectados por la subsistencia de relaciones semifeudales. ¡Qué ironía!
Pero el capitalismo es capitalismo: brutal, explotador, en todas sus
dimensiones; esa es una verdad irrefutable.
Claro, que su manifestación varía según el contexto de cada país es cierto.
Pero nosotros decimos: Ecuador es un país semifeudal, y eso no significa que no
haya capitalismo. Lean bien, estudien mejor a Mariátegui, al presidente Mao, al
presiente Gonzalo; no duele, ilustra, entrega herramientas, armas, línea. Lo
que significa es que, sí, existe capitalismo, pero sobre la base de una
estructura semifeudal. A eso se le llama capitalismo burocrático.
Esto no lo hace ni mejor ni peor que el capitalismo desarrollado en países
como los europeos; simplemente lo hace diferente producto del desarrollo
dialéctico desigual de las sociedades: un capitalismo atado a relaciones
feudales, donde no se concretó una revolución democrático burguesa y que, bajo
esa “premisa” tiene, debe ser semicolonial, como es nuestro caso. No se puede
ser semifeudal sin ser semicolonial. Es todo.
Quizá por eso jamás se refiere al imperialismo, porque desconocen —o peor
aún, omiten deliberadamente— el carácter semicolonial de nuestro país.
Somos semicoloniales. Tenemos relativa independencia política, pero
económicamente estamos oprimidos. Y esa opresión, impuesta por el imperialismo,
ha permitido que en nuestros países del Tercer Mundo utilicemos máquinas, sí,
pero solo para evolucionar la semifeudalidad.
Esa “modernidad” no desplaza la servidumbre; por el contrario, atiza las contradicciones
entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Es precisamente
ahí, si ustedes miraran más a fondo, donde encontrarán la razón por la cual los
campesinos pobres y los indígenas pobres son los más combativos, los más
vehementes en las luchas, los que encabezan los levantamientos populares. Y no,
no es por las supuestas capacidades de dirección de sus líderes, ni porque la
CONAIE sea la fuerza política más firme y sólida del país. No. Es porque en su
seno hay masas que viven agudamente esas contradicciones y que saben, más que
ustedes, que solo con la lucha —y, dicho sea de paso, lucha violenta— se pueden
resolver estos antagonismos.
En Ecuador, un país donde el imperialismo ha impuesto un capitalismo sobre
base feudal, el poder está en manos de las dictaduras de la gran burguesía y
los grandes terratenientes.
Dentro de la gran burguesía existen dos facciones: la burguesía burocrática
y la burguesía compradora.
¿Les suena eso de "compradora"? Sí, son esos que nacieron con la
República, los que compran, los que importan, los que jamás permitieron el
desarrollo de las fuerzas productivas, porque hasta ahora les resulta más
rentable sostener el capital financiero, las importaciones, el comercio. Son
los que generan contradicciones directas con los pequeños productores
nacionales, a quienes ustedes, con su discurso de que "somos
anticapitalistas", llama a combatir sin hacer distinciones.
Esa facción de la gran burguesías -compradora- son los que se llenan el
hocico diciendo "hay que achicar el Estado", porque no quieren
aranceles, no quieren impuestos, no quiere que el aparato burocrático les ponga
restricciones, quieren "libre mercado".
Pero, habrá que definir qué entienden por "libre mercado". Para
esa burguesía, no significa otra cosa que libertad para vender sin
restricciones todo lo que importan, sin importarles que los pequeños
productores nacionales pierdan o desaparezcan.
Si no lo cree, vaya y pregunte a los pequeños industriales de Pelileo si
pueden competir con los precios y el mercado chino en la producción y venta de
pantalones.
Esa burguesía compradora es la que ustedes llaman "neoliberales".
¿Ven la diferencia? ¿Ven la confusión?
Y la otra facción, la burguesía burocrática, es la que se sostiene y se
reproduce a través del aparato estatal. ¿Le suenan los Paz, Heller, etc., etc.?
No se trata de decir cualquier cosa a la ligera, porque eso es una
irresponsabilidad.
Se dicen anticapitalistas, pero viven de la teta de las ONG’s, de las
transnacionales del ecologismo burgués. Quieren parasitar el Estado, quieren la
presidencia. Tienen asambleístas, concejales, alcaldes, y siguen sumando.
¿Son anticapitalistas, pero quieren estar del lado del viejo Estado? ¿Tienen
idea de qué carajos es el Estado? Sería bueno que se den una vuelta leyendo a
Lenin, o al menos lo más elemental del marxismo, para que entiendan en qué
terreno están parados.
¿Son anticapitalistas, pero quieren apoderarse de la administración de un
Estado que pertenece a los grandes burgueses y terratenientes?
"¡Nuestro proyecto es la transformación de la sociedad!" ¿De
cuál? ¿De su imaginario trotskista? ¿O del imaginario burgués nacionalista?
"¡Queremos la unidad de la izquierda!" ¿De cuál? ¿De la de los
electoreros? ¿Acaso se trata de una fanesca en la que se mezcle en la misma
olla a trotskistas, anarquistas, socialdemócratas, correístas, cabezones
trasnochados, hoxistas adobados de bolivarianismo y organizaciones indígenas
fragmentadas en nobistas, lassistas y morenistas...?
Lo que buscan no es una unidad real, sino una alianza, léanlo bien, alianza
entre oportunistas de todo cuño. Nada más. La unidad es de clase y, por lo
tanto, ideológica. No puede haber unidad fuera de la ideología. Basta con que
estén contaminados de nacionalismo burgués, trotskismo y otras taras,
promoviendo el camino burocrático, para entender que ahí no puede existir una
verdadera unidad de izquierda. Insistimos: lo único que se forjará es una
alianza de oportunistas.
¡No jodan! ¡Eso es todo, menos unidad!
La única unidad posible es la de clase, y deberían empezar por ahí,
asumiendo posición de tal. ¡La única unidad posible es en la ideología! ¡Es
todo! Si lo hicieran, es decir, ser coherentes ideológicamente, se darían
cuenta de que su rol no es electorero, ni arrastrar a las masas por el camino
burocrático, y mucho menos, jugar a tener la "carta secreta bajo la
manga" para definir quién puede o no ser presidente.
La lucha por la justicia social
Vaya proclama política. Como muestra de su extravío ideológico, la CONAIE
ha abandonado su discurso “etnomarxista” trotskista para adoptar una versión
remozada de la socialdemocracia. Ahora pregonan su manida de “justicia social”.
¿Marxistas hablando en esos términos, con esos propósitos?
La justicia social, propuesta que ahora abraza la CONAIE, no es más que una
estrategia de “administración conjunta” del capitalismo burocrático, un intento
de paliar sus contradicciones sin cuestionar, combatir y destruir las
relaciones de explotación que lo sostienen. Cuando una organización que se dice
revolucionaria, transformadora, adopta el lenguaje de la conciliación de
clases, lo que realmente está haciendo es allanando el camino para la
consolidación del régimen de opresión y explotación de las grandes mayorías,
entre ellas, y de manera principal, del campesinado pobre.
Al renunciar a un análisis materialista de la realidad y diluir la lucha de
clases en un discurso de reformas, redistribución, y, en consecuencia, de
profundizar la semifeudalidad, la CONAIE ha abandonado cualquier pretensión
revolucionaria. Su "justicia social" es la coartada perfecta para la gran
burguesía y los terratenientes, quienes se benefician de un movimiento indígena
desprovisto de radicalidad, convertido en gestor del descontento dentro del
marco del Estado burgués.
No hay justicia social sin transformación radical de las relaciones de
producción. No hay justicia social sin lucha revolucionaria. Quienes la
pregonan sin plantear la expropiación de los medios de producción y la
abolición del poder de los imperialistas, gran burguesía y grandes
terratenientes, no son más que administradores de la miseria, explotación y
oprobio.
La CONAIE plantea ser parte de la gestión del viejo estado para desde ahí
volverlo “equitativo”, “redistributivo”, “justo”. Para estos miserables, parten
de la premisa fundamental de que la desigualdad puede atenuarse sin tocar la
estructura de propiedad de los medios de producción, sin alterar las relaciones
de explotación y sin desafiar y destruir el viejo Estado
burocrático-terrateniente.
Para la CONAIE, la visión de la “justicia social” se reduce a un conjunto
de políticas redistributivas: impuestos progresivos, programas asistenciales y
regulación del mercado, que, en teoría, corrigen sus excesos más brutales. Sin
embargo, este enfoque ignora la base material de la explotación.
La desigualdad no es un simple desajuste corregible dentro del capitalismo
burocrático, sino una consecuencia estructural de su funcionamiento. Mientras
existan relaciones de producción basadas en la explotación de obreros,
campesinos y pobladores pobres, mientras persista la opresión imperialista, la
semifeudalidad, cualquier intento de justicia social dentro de este marco no
será más que una ficción, un sueño pueril de borrego de páramo.
¿Quieren justicia social? Pues bien, no se trata de mitigar la explotación
a través de la burocracia, el electorerismo o las instituciones del viejo
Estado: Asamblea, Juntas Parroquiales, Prefecturas o Presidencia.
Desde el marxismo, la verdadera justicia social no consiste en administrar
la explotación, sino en abolirla. Y la única forma de hacerlo es mediante la
guerra popular, la lucha revolucionaria, la Revolución de Nueva Democracia. No
hay otra opción.
Todo lo demás es perorata, basura, verborrea populista, eclecticismo,
vómito reformista, traición y engaño.
Jugando al ahorcado. Entre la Burguesía
Burocrática y la Compradora: La Traición de la CONAIE
El 12 de marzo del 2025, oficialmente la CONAIE ha señalado su apoyo a
Luisa Gonzales, quién hoy funge como representante de la burguesía burocrática,
del fascismo correísta; se entregan a las fauces de quienes desbarataron al
movimiento popular, los mismos que impusieron el COIP, que criminalizaron y
penaron la organización y lucha popular; que reprimieron con saña, los
fascistas a quienes supuestamente también dice combatir. Apuestan a la
corriente burocrática y lo hacen sin tapujos, ¡envueltos en mensajes y
consignas rimbombantes de “NI UN SOLO VOTO PARA LA DERECHA”, lo que sugiere,
para la CONAIE, ¿que el correísmo es de izquierda? ¡Miopes!
Pero hay que ser claros: la CONAIE, con Iza a la cabeza, no se precipitó al
barranco solo por apoyar al correísmo. Terminó de hundirse en lo más profundo
del estercolero cuando decidió allanar el camino electoral. Si antes de las
elecciones, con una amplia participación en el aparato estatal, ya estaban
perdidos, con las elecciones terminaron por hundirse en la mierda.
El sector de la CONAIE que se fue con Noboa ha dejado en evidencia lo que
ya era obvio: el oportunismo descarado del grupo dirigido por Tibán en Cotopaxi
y Tungurahua, del movimiento indígena de Chimborazo y de ciertos sectores de la
Amazonía agrupados en la CONFENIAE.
Al final, solo legitimarán una posición que ya han hecho pública. Estos
babosos ahora andan con el discurso de los “libertarios” y el “libre mercado”,
alineándose así con la burguesía compradora.
No nos imaginamos a las “guardias indígenas” escoltando a Noboa en los
pozos petroleros y la gran industria minera. Cuidan la selva, sí, pero para la
gran empresa imperialista.
Los que se han alineado por el voto nulo, como lo hicieron los perros
revisionistas de Unidad Popular (que hace no muchos años hicieron campaña por
el banquero Lasso), ¡terminarán favoreciendo a Noboa!
¿Se dan cuenta en la mierda en la que se metieron por seguir el camino
electorero?
¿Se dan cuenta al mierdero al que empujaron a sus bases por sus ilusiones
constitucionalistas y sueños de perro flaco?
¿Se dan cuenta del mierdero en el que se han metido apoyando a toda la gran
burguesía y a grandes terratenientes?
¿Se dan cuenta de los alcances que tienen su traición a las luchas y sangre
del pueblo?
Pero como el atrevimiento es gratis, Iza lanza un eructo reformista,
revisionista y oportunista, afirmando que participar en las elecciones también
es una forma de lucha.
¡Como diría Marx: ¡bribones, miserables...! ¡Coman mierda! Las masas ya no
“comemos cuento” con ese discurso de “combinar formas de lucha: la
movilización, los levantamientos o las elecciones”. Lo tenemos claro: las
elecciones son su centro, su todo. Usan los levantamientos como un elemento de
fuerza frente a otros actores de la vieja democracia, con el único fin de
“vacunarlos”, sentarlos en la mesa de componendas, acuerdos y alianzas. Así lo hicieron
en esta última elección, donde, sin el menor rubor, proclaman con orgullo:
“somos la tercera fuerza política del país”, cuando en realidad apenas
obtuvieron poco más del 5% de los votos. Habrá que preguntarse, ¿con qué le
vacunaron a Noboa quienes se fueron con él?; ¿Con qué le vacunaron a los
correístas para prestar su apoyo electoral? Bien decía una de sus dirigentes en
la Asamblea: “si roben, roben bien, justifiquen bien, pero no se dejen ver
las cosas compañeros".
Bájense de esa nube de creerse importantes solo porque perros de distintas
razas les ladran. Y no, no es como dice el Quijote de la Mancha: “Ladran,
Sancho, es señal que cabalgamos”: no ladran porque ustedes cabalgan,
avanzan, avanzan. Ladran porque, tanto la burguesía compradora como la
burguesía burocrática, buscan su atención, sus servicios y su contingente para
seguir sosteniendo esa gran mentira, ese gran engaño, esa mísera ilusión del
electorerismo de la gran burguesía y los grandes terratenientes.
La CONAIE ya fue cogobierno con Lucio Gutiérrez. ¿Se olvidaron de eso? Ya
probaron las "mieles" del poder gubernamental. Han presidido la
Asamblea en varias ocasiones, y no han sido distintos a los demás: igual de
corruptos, repartidores, vacunadores e, incluso, traidores de sí mismos.
Insistimos: la dirigencia del movimiento indígena en el país es una banda
de delincuentes, traidores y corruptos. ¡Hay que reconstituir al movimiento
campesino y al movimiento indígena!, Hay que aplastar a los miserables que
cabalgan en las masas explotadas y empobrecidas.
Los comunistas estamos con la clase obrera, con los campesinos pobres, con
los indígenas pobres y explotados, con la pequeña y mediana burguesía, que
también son oprimidas por la gran burguesía, grandes terratenientes y el
imperialismo.
Los comunistas estamos con las bases de la CONAIE y de otras organizaciones
populares. No con sus dirigentes, ni con su línea política e ideológica; mucho
menos con su programa, que no es más que la síntesis de su oportunismo y
revisionismo.
Consiguientemente, no estaremos jamás con el trotskismo, con el
nacionalismo burgués, con aquellos que profesan el camino burocrático, con los
que se aferran al electorerismo y al viejo constitucionalismo burocrático.
Los comunistas estamos con las movilizaciones y la organización de obreros,
campesinos y masas explotadas, pero solo en la medida en que estas sirvan para
preparar la lucha revolucionaria, entendida como guerra popular. De lo
contrario, tales organizaciones y movimientos, en última instancia, solo sirven
para reformar el viejo Estado, recuperar el capitalismo burocrático y
"legitimar" la vieja democracia burguesa, vías que nos alejan de la
verdadera transformación revolucionaria de la sociedad.
¡HAY QUE COMBATIR A LA DIRIGENCIA TRAIDORA DEL
MOVIMIENTO CAMPESINO E INDÍGENA DEL PAÍS!
¡HAY QUE APLASTAR A LOS ELECTOREROS OPORTUNISTAS
QUE TRAFICAN CON LA SANGRE Y LAS LUCHAS DEL CAMPESINADO!
¡POR LA RECONSTITUCIÓN DEL MOVIMIENTO CAMPESINO E
INDÍGENA DEL PAÍS!
¡NO A LA FARSA ELECTORAL SUSTENTADA POR LOS
TRAIDORES DEL MOVIMIENTO SINDICAL, POPULAR, CAMPESINO E INDÍGENA!
¡ORGANIZAR, COMBATIR Y RESISTIR!
Comentarios
Publicar un comentario