LA TRAICIÓN DEL MOVIMIENTO SINDICAL REVISIONISTA Y LA APROBACIÓN DE LAS ENMIENDAS CONSTITUCIONALES


La aprobación de las enmiendas constitucionales por parte de la Asamblea Nacional  (servil a los planes corporativistas de la burguesía burocrática) ha desnudando un escenario que transmuta del juego del revisionismo, del oportunismo, de la burguesía compradora para anidar en la debilidad ideológica que aún existe en el movimiento sindical y su capacidad de aupar, en su entorno, a las demás clases trabajadoras explotadas.

El relativo respaldo que tiene el régimen de Correa no deja de ser clientelar. Y hasta cierto punto resulta entendible cuando el gobierno ha sabido jugar políticamente con determinada inversión social, que sin ir más allá de la responsabilidad que tiene de atender las demandas de las mayorías, la ha dibujado como un acto gubernamental “revolucionario”. Claro, estas masas han sido empujadas por la dirigencia de la izquierda rastrera que hoy parasita en el aparato burocrático del viejo Estado a ese “encuentro” coyuntural.

Del otro lado, el revisionismo electorero y oportunista. Estos, se han nutrido del descontento popular y de la manera más cándida han convergido en la plataforma de lucha con los sectores más retardatarios de la política nacional, han emprendido con movilizaciones donde las masas han tomado la iniciativa desbordando los límites de movilidad que permanentemente pregonan los dirigentes revisionistas y que siempre están sujetos de su fino cálculo electoral.

Y es precisamente esta dirigencia oportunista que de la manera más mema y/o deliberada se ha dejado arrastrar por la burguesía compradora a soslayar la firme y legítima lucha del pueblo por oponerse a las enmiendas constitucionales y simplificarlas a una en particular: la reelección presidencial. Es decir, se dejó de lado la lucha que compromete básicamente a los trabajadores; se le entregó al Parlamento Laboral la negociación (entrega y eliminación) de las conquistas laborales con el régimen mientras se movilizaba a las masas a luchar por el requerimiento de la burguesía comparadora y demás oportunistas sobre la no reelección presidencial.

Aquí resulta oportuno preguntarse ¿fue la enemienda constitucional que permitía la reelección presidencial la contradicción fundamental del momento que debía confrontar los trabajadores explotados del país?, No, definitivamente. Y si lo era, pues estaba bien para los requerimientos de la burguesía compradora y obviamente de los dirigentes revisionistas que aún mantienen muy serias expectativas electorales por encima de la justa lucha popular.

¿Acaso a la clase y al pueblo le interesa la reelección? Es obvio que no. Indistintamente que si el régimen busca la manera de prolongar su programa corporativista, o si la burguesía compradora asume las riendas administrativas del aparato estatal, las masas están muy seguras de que sus reivindicaciones, sus demandas, sus derechos, únicamente pueden ser conquistados con lucha. Es lo importante. Sobre eso fueron las masas y es lo que hay que atizar, profundizar y dar correcta dirección política.

De todas formas el revisionismo arrastró a gran parte del pueblo a simplificar su lucha en contra de esa enmienda soslayando la necesidad de fortalecer posiciones y ampliar un frente de lucha de los trabajadores explotados en torno a dos enmiendas mucho más sensibles con el interés de los oprimidos, explotados y marginados: la lucha en contra de aquella enmienda que terminó por emboscar a los trabajadores eliminando el derecho al contrato colectivo; y la otra,  aquella que coloca de manera abierta a los militares en las calles al control de la “seguridad interna” para sellar el plan de militarización del país que garantice los esfuerzos de la burguesía burocrática por el rescate del capitalismo burocrático, la profundización de la semi feudalidad y el fortalecimiento, en él, del estado policial, corporativo: fascista.

El régimen, para desarmar organizativa e ideológicamente a la ya golpeada organización sindical dio paso a la creación de Central Única de Trabajadores bajo la dirigencia de Oswaldo Chica, quién devino del Comité de Empresa de la Corporación de Trabajadores  Nacional de Telecomunicaciones. Como desmovilizador ideológico utilizaron a Marcelo Solórzano, asambleísta alterno de la titular de la Asamblea, Gabriela Rivadeneira, quien además preside la Confederación de Trabajadores del Sector Público del Ecuador (CTSPEC). Los otros son Liliana Durán, presidenta en el 2013 de la Asamblea Plurinacional e Intercultural y Gustavo Zurita, representante de la llamada Confederación Unitaria de Trabajadores y Trabajadoras Autónomos del Ecuador (Cuttae). Estos miserables utilizaron el llamado Parlamento Laboral como “puente” para facilitar las tratativas capituladoras de la dócil, ingenua y pusilánime dirigencia sindical. La figura de Fernando Ibarra, Presidente del Parlamento Laboral fue determinante en este anti histórico proceso desmovilizador del sindicalismo en el país.

Este despojo organizativo ya venía pertrechado de ese pesado y draconiano arsenal en el que se ha constituido el nuevo código integral penal encargado desde el aspecto punitivo de condicionar, constreñir  o anular la protesta y organización popular.

¿Por qué pudo materializar la aprobación de las enmiendas constitucionales la Asamblea Nacional? Porque los trabajadores fueron traicionados por sus dirigentes. Ya sea de aquellos que apoyan al régimen como de aquellos que desde la oposición se encargaron de desviar el verdadero y correcto curso de la lucha popular a través  del paulatino desgaste de la movilización intrascendente que terminaba siendo apagada precisamente por quienes la convocaban. Difícil olvidar a dirigentes como Pérez y otros del movimiento indígena con brocha en mano borrando las pintas alusivas a la rebeldía popular como “acto de buena fe” o neutralizando en filas de las masas de trabajadores movilizados a aquellos hijos e hijas de nuestro pueblo dispuestos a llevar la lucha más allá de la comparsa politiquera.

El régimen aprobó las enmiendas constitucionales porque a pesar de que hay un importante estado de gestación sindical coherente y política-ideológicamente bien direccionado, aún es débil. Porque el régimen de turno y el proceso reconstructivo del viejo estado y del capitalismo burocrático están capitalizando, en fin de cuentas, el trabajo estratégico del revisionismo y del oportunismo constitucionalista sobre el escenario de la lucha de clases.

Bien sostenía el presidente Mao: el revisionismo es el principal peligro de la revolución. Y nosotros decimos ante eso, no solo es el principal peligro de la revolución sino el principal impedimento para que ésta se desate.

Hoy el régimen fascista anuncia nuevas enmiendas a la Constitución de Montecristi. Se precipitan, se apuran, tienen la seguridad que se aproxima –para ellos- una debacle electorera como la que acaba de vivir el reformismo en Argentina o el Chavismo en Venezuela. Quieren sentar las bases constitucionales sobre las que se desenvuelve la burguesía burocrática antes de que se diriman las contradicciones inter burguesas -en la farsa electoral- por la administración del aparato estatal. La burguesía burocrática ha sido la tendencia administrativa del viejo estado desde la segunda mitad del siglo XX y quieren consolidarse. Es el apuro, para eso le son útiles las FFAA en las calles, para velar su nuevo ordenamiento constitucional.

Puede ser que la correlación de fuerzas por ahora no esté del lado de las masas oprimidas en términos de organización y dirección política, pero es sobre eso en lo que hay que trabajar, en lo que hay que insistir, dotarle al movimiento sindical y al movimiento campesino-popular de las herramientas ideológicas correctas de tal manera que podamos retomar la iniciativa y remover las entrañas del viejo estado burgués –terrateniente.

Hay que analizar bien el proceso que vive el sindicalismo en el país: el movimiento sindical no dará un solo paso aislándose, pretendiendo hacer reconstrucción por separado de la necesaria lucha en contra del revisionismo. Esa equivocación solo nos coloca en una condición de bribones. Construirlo de manera paralela (al movimiento sindicalista revisionista) es dualidad, es trotskismo, es revisionismo. Hay que reconstruir, sí,  pero sobre la marcha desenmascarando ante las masas a los que trafican con sus luchas con pleno afán electorero, destruyendo la dirigencia revisionista para poner por delante al elemento consiente, firme ideológicamente. Hay que levantar el nuevo sindicalismo de clase comprometido con la clase obrera, que sepa leer la impostergable necesidad de establecer la alianza obrero-campesina como estratégica en la brega por la conquista de los derechos de los explotados y la revolución de nuevo tipo. Hay que entender esto, urge hacerlo, debemos tener claro que solo dejando tirado entre las inmundicias y el polvo el cadáver organizativo de la dirigencia oportunista y del revisionista podremos construir un sindicalismo con independencia de clase y coherente con las responsabilidades históricas del proletariado internacional... Eso es lo que debemos hacer ahora y de manera determinante.

Nada está perdido a menos que lo demos por perdido. Nada está perdido a menos  renunciemos a la lucha y nos pongamos a la cola del revisionismo y la reacción.

 Hay que fomentar la reconquista de los derechos del proletariado hoy negociados con el viejo estado por la dirigencia rastrera del movimiento sindical, popular y campesino.

NADA HABREMOS HECHO SI LA LUCHA EN CONTRA DE LA GRAN BURGUESÍA, LOS GRANDES TERRATENIENTES Y EL IMPERIALISMO NO LA HACEMOS EXTENSIVA EN CONTRA DEL OPORTUNISMO Y DEL REVISIONISMO

¡POR LA CONSTRUCCIÓN DEL MOVIMIENTO SINDICAL CON INDEPENDENCIA DE CLASE PERO FIRME EN LA NECESIDAD DE LA ALIANZA OBRERO-CAMPESINA!

¡DESENMASCARAR Y COMBATIR A LOS TRAIDORES DE LOS TRABAJADORES EXPLOTADOS Y OPRIMIDOS DEL PAÍS!

¡DESENMASCARAR Y COMBATIR A LOS TRAIDORES DEL MOVIMIENTO POPULAR!


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