“Salvo el Poder, todo es
ilusión”
Después
de la desmovilización y entrega de armas por parte de la guerrilla de las FARC
al viejo estado semifeudal y semicolonial de Colombia en noviembre del 2016, nada,
absolutamente nada cambió en relación a las tan cacareadas reformas sociales
que pregonaban los súbditos del imperialismo y del revisionismo desde Cuba.
Las
FARC se desmovilizaron y los campesinos pobres siguieron sin tierra; las
condiciones de explotación y miseria para los trabajadores crecieron; el país
fue entregado (aún más) al imperialismo yanqui, cumpliendo, entre otras, la
función de garrote al gobierno y pueblo venezolano; las autodefensas se fortalecieron,
más de 500 dirigentes campesinos y populares fueron asesinados por el aparato
represivo estatal coludido con el paramilitarismo. Cerca de 200 ex guerrilleros
fueron igualmente dados muerte por estas mismas fuerzas de la reacción.
¿Qué
lección sacó el pueblo de esta desmovilización?, ¿qué lección sacaron muchos de
los dirigentes guerrilleros de las FARC y sus bases?: que la democracia y la
paz burgués-terrateniente es la paz de los cementerios, el silencio de los
corderos y la algarabía de la dictadura burgués-terrateniente.
Pero
el regreso de las FARC a las armas también nos señala otros aspectos necesarios
de reconocer. Una vez más se evidencia la bancarrota del revisionismo cubano,
cómo su estrategia de ser “bomberos” del imperialismo llamados a apagar el
fuego de la revolución en cualquier parte del mundo, ya no funciona, es caduco,
no es compatible con la demanda que tiene la clase y las masas respecto de
solucionar sus más urgentes requerimientos, sobre todo el central: el problema del
Poder.
Una
vez más el revisionismo cubano queda al descubierto y expone su rostro, el del
fracaso, el de la vergüenza histórica.
El
regreso de las FARC a las armas, también expresa a clara luz la bancarrota e
inviabilidad de los proyectos llamados del “socialismo del siglo XXI”, porque
fueron precisamente éstos, dirigidos en su momento por Rafael Correa quienes
propiciaron y generaron las condiciones logísticas, intermediación, etc., para
las tratativas previas a la firma de los acuerdos suscritos posteriormente en La
Habana. Y también fracasaron, obviamente, le echarán la culpa a Duque, sin
entender la dinámica de la lucha de clases, el problema del Poder, su grosera
incapacidad de diferenciar entre gobierno, parlamento y Poder.
Las
repercusiones que tiene la decisión de gran parte de los mandos altos y medios de
las FARC al retomar las armas son múltiples. Quizá, el rescatable, evidenciar
que sólo a través de la violencia se pueden conquistar derechos y
reivindicaciones que atañen a las masas, a los oprimidos; que no se puede, no
se debe luchar por perfeccionar la vieja democracia (vista en abstracto por la
comandancia de las FARC); que la democracia en Colombia es la democracia
burgués-terrateniente que no responde a los intereses de las masas, sino que se
trata de una vil y alegórica herramienta que opera en el sistema de gobierno como
trastienda organizativa del sistema de dictadura que sustenta el caduco poder de
la gran burguesía y de grandes terratenientes.
No
le alcanza al pueblo y demás oprimidos y explotados de Colombia una
convocatoria a las armas para golpear sólo los intereses de la “oligarquía” sin
luchar por la destrucción de toda la maquinaria estatal burgués-terrateniente.
Esto es vertebral. La dirigencia de las FARC, aún autodenominándose como comunistas,
NO DEBEN RENUNCIAR A LA EXPERIENCIA HISTÓRICA DEL PROLETARIADO INTERNACIONAL.
No alcanza redoblando tambores de guerra por la reforma, por el contrario, un
propósito así, tan cicatero, lo que hace es perturbar y distraer el verdadero
objetivo que tiene la clase, el pueblo y los campesinos pobres.
Pero
no sólo eso, tanto Márquez como Santrish, subrayan que sus objetivos militares
no son los soldados, policías, suboficiales y oficiales sino la oligarquía. Y
soslayar el necesario golpe a sus aparatos represivos, así el discurso lo que
“busque” sea “acercar” a los militares que no están comprometidos con masacres,
violación de los derechos del pueblo, etc., (¿) evidencia, una vez más, la no
comprensión de la teoría marxista del Estado, de que éste es una “máquina para mantener la dominación de una
clase sobre otra” y que el rol del ejército y la policía es precisamente
precautelar ese viejo poder, ese viejo estado a cualquier costo, que si bien es
cierto, policías y militares tienen sus orígenes en las entrañas de las
barriadas pobres, del campesinado pobre, hijos e hijas de obreros, han asumido
un rol esencial en defensa de sus verdugos y que por lo tanto no se les debe
tener contemplación alguna, devinieron
en gárgolas del viejo Poder, y la guerra en Colombia, Perú, en todos los países
del mundo, refleja que estos mismos “hijos del pueblo” han sido quienes ha
permitido que las clases opresoras y explotadoras detengan el poder. El único
policía o militar bueno es el que se deserta de la reacción y se viene al lado
del pueblo con todo el armamento a luchar decididamente por los propósitos de
éste. Y muestra o ejemplos de este tipo de respuestas hay muchísimas en la
historia, no sólo de Colombia, sino en otros pueblos del mundo.
Márquez
y sus comandantes a pesar de manifestarse al frente de los comunistas de
Colombia, no entienden y al parecer no quieren hacerlo, que “marxista sólo es el que hace extensivo el
reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del
proletariado” que Stalin fue contundente al sostener sobre la “la ley de la revolución violenta del
proletariado, la ley de la destrucción de la máquina del Estado burgués, como
condición previa de esta revolución”; y la experiencia de la Comuna de
París también nos enseña mucho, todo. No basta tomarse el viejo Estado, hay que
destruirlo, y, sobre sus ruinas, erigir un nuevo Estado, un nuevo Poder
dirigido por una clase en particular: EL PROLETARIADO. De ninguna manera se
puede hacer revoluciones en nombre del proletariado para establecer la reforma,
los acuerdos señalados, estipulados y hasta perdidos en la mesa como sucedió en
las negociaciones de La Habana. En definitiva, un viejo libreto, con una versión
de “segunda Marquetalia” con un preludio y un epílogo escrito de la misma mano,
el reformismo pequeño burgués en armas.
Pero
no basta volver a las armas si es que se persiste en mantener la línea ideológica
errada, equivocada, porque el fracaso está a la vuelta de la esquina, y más
temprano que tarde estos esfuerzos terminarán una vez más en la mesa de
negociaciones y en los cuchitriles del Congreso. La desmovilización del M19,
Ricardo Franco, EPL (Hoxista), Quintín Lame, FARC, entre otras, dan cuenta de
cuál es el verdadero fin de las direcciones de esas guerrillas, el Parlamento
como parte de la pensión jubilar de
comandantes aburridos de la guerra y que traficaron con las masas, los
guerrilleros, con la vida del pueblo. Los guerrilleros y el pueblo que apoyaron
esos procesos serán lanzados a los chulos (soldados, gallinazos) como está
sucediendo precisamente en estas últimas semanas en El Cauca, donde son
masacrados por la reacción.
Está
claro, miles de veces se lo ha dicho, El que sea correcta o no la línea
ideológica y política lo decide todo. Cuando la línea del Partido es correcta,
lo tenemos todo: si no tenemos hombres, los tendremos; si no tenemos fusiles,
los conseguiremos, y si no tenemos el Poder, lo conquistaremos. Si la línea es
incorrecta, perderemos lo que hemos obtenido".
Tomemos
lo bueno que deja la decisión de las FARC de volver a la guerra, esto es, que
por fuera de la violencia revolucionaria no hay parlamento, asamblea,
elecciones, presidentes que puedan y
quieran solucionar todos los problemas que aquejan a las grandes mayorías; que
la única vía para poder hacer una revolución, es la violenta. Así ha sido
siempre y así será hasta que las sociedades estén divididas en clases.
Eso
es importante, obviamente si a esa lucha armada se le da el orden y estrategia
correcta que sólo puede ser encontrada en la línea militar del proletariado: la
guerra popular y desde luego, bajo correcta línea ideológica que hoy por hoy es
el marxismo-leninismo-maoísmo.
Los
comunistas del Ecuador creemos que resultan desproporcionados ciertos
comentarios que colocan a las FARC, en términos generales, en una condición anti
histórica. Consideramos que hay elementos que rescatar sobre este andar. El
hecho de que el Programa de lucha de las FARC pone por delante el problema de
la tierra, su tenencia; dando prevalencia a los intereses del campesinado pobre
que es donde se evidencia o se muestran las formas de explotación más abyectas
e históricas en Colombia, que dibujan una contradicción que compromete la
urgencia de una revolución de Nueva Democracia. Que si bien es cierto, su
comandancia (FARC) es reformista, sus bases, sus guerrilleros y las masas que
los apoyan, responden a una demanda histórica que aún no ha sido posible
abordarla desde la línea correcta, desde la dirección acertada y desde el
Partido Comunista cobijado en el MLM. No hay duda, las masas y esos
guerrilleros que devienen de los más profundo de la explotación, aúno no han
podido encontrar el camino y las dirección correcta, y mientras esta no exista,
serán las FARC, el ELN, el EPL o cualquier otra dirigencia quienes les ofertarán
una “luz” que los “los saque” de ese oscuro túnel. Consideramos que es por
demás obvio cuánta avidez de concretar la revolución tiene el proletariado y
pueblo de Colombia.
A
los comunistas nos corresponde seguir desenmascarando todo lo que implica para
las masas explotadas el reformismo armado, sus decisiones, sus cantos de
guerra; es importante persistir en esto, sobre todo en el hecho de que atrás de
esta convocatoria, la derrota ya está programada.
Sin
guerra popular, no hay destrucción de la vieja maquinaria estatal. Sin guerra
popular no hay camino abierto al comunismo.
Sin
la ideología del proletariado, el marxismo-leninismo-maoísmo, no hay garantía
de Poder
Sin
lucha en contra del revisionismo, nada se habrá hecho.
¡SALVO EL PODER TODO ES
ILUSIÓN!
¡CON GUERRA POPULAR: HASTA
EL COMUNISMO!
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