"Las mujeres que son la mitad del mundo y desarrollan el
movimiento femenino por la emancipación de la mujer, tarea que es obra de las
mujeres mismas, pero bajo la dirección del Partido." P. Gonzalo
El proceso de
emancipación de la mujer solo puede darse en el curso de la liberación del
proletariado y demás clases explotadas; pensar, que dicho proceso se lo lleve a
cabo en el marco de la vieja sociedad y por fuera de la eliminación de las
contradicciones antagónicas de clase, es oportunismo.
Con base
a la reivindicación de las mujeres por tener mejor y mayor protagonismo en la vieja
sociedad, se ha levantado una suerte de caracterización de la sociedad que
descansa en un trillado discurso de ser “patriarcal”; figura que además de estar
fuera de todo contexto histórico, no sólo ha sumido al feminismo burgués en un
entrampamiento reivindicativo que no tiene fundamentos sólidos, y muchos menos,
perspectivas importantes de que atienda una legitima reivindicación de las
mujeres trabajadoras, sino que se ha dado modos por confundir el verdadero
carácter de la sociedad, semifeudal y semicolonial donde las relaciones de
producción no dan cabida a la participación de la mujer en la producción porque
precisamente es vista desde una visión de inferioridad profesada desde la
religión y los dueños de los medios de producción quienes consideran que la
mano de obra de la mujer no tiene el mismo peso en relación a la que puede
ofertar el hombre.
Abordar
el feminismo desde el genérico: mujer, es un absurdo; coloca a las mujeres en
el mismo saco, todas a un mismo nivel y condiciones, sin entender que la
dinámica de esas mismas relaciones de producción en sociedades como la nuestra,
una mujer en el campo es discriminada precisamente por ser mujer, campesina y a
la vez por reivindicar su etnia, diferente a lo que sucede en las urbes y,
sobre todo, a otras clases sociales.
De igual
manera, al interior del movimiento indígena, campesino-popular, las mujeres
pueden jugar roles diferentes en la sociedad no obstante mantener reivindicaciones
similares.
En las
protestas de octubre hubo mujeres combativas, comprometidas con la lucha del
pueblo; pero desde las entrañas del movimiento indígena, también estuvieron
presentes las miserables, las rastreras, las oportunistas, electoreras y
traidoras al movimiento popular. Blanca Chancoso, Nina Pacari o Lourdes Tibán, por ejemplo, uno de los más conspicuos
ejemplos de que la sola condición de ser mujer e indígena no garantiza que sea
consecuente con su pueblo, con la clase y con sus luchas. No diferente es la
Malinche ecuatoriana: Diana Atamaint, soporte de uno de los instrumentos más
representativos de la democracia burgués-terrateniente: el Consejo Nacional
Electoral; o todas aquellas mujeres “triunfadoras” porque devinieron en
empresarias, en dueñas de medios de producción y que reproducen explotación en
la relación laboral que establecen con hombres y mujeres que no tienen otra
cosa sino vender su fuerza de trabajo.
Mujeres
agrediendo a los y las luchadores populares en octubre del año pasado. Mujeres
disparando a los manifestantes; burlándose de las luchas del pueblo empotradas
en sus uniformes policiales y militares.
Mujeres
como Cynthia Viteri, convocando a detener y combatir por todos los medios a los
manifestantes que se aproximaban a Guayaquil. Diana Salazar, la fiscal general, una
verdadera carcelera de los luchadores populares. No olvidar que la ministra del
Interior Paula Romo, verduga del pueblo, nace en el seno de estos movimientos
feministas burgueses que arrastran a las mujeres del pueblo a perder el norte o
la perspectiva de qué es y en qué condiciones se puede y debe dar la
emancipación de la mujer.
El 5 de
marzo de este año, la ministra del interior anunció la graduación del primer
contingente de mujeres indígenas como policías. 82 Kichwas, 23 Shuar y 1
Huaorani. Muy conveniente para el sistema de seguridad integrado y los planes
que tiene la reacción de desmontar la organización campesina e indígena en el
oriente. ¿Acaso por ser indígenas, estas mujeres, deben ser tratadas como tal o
como enemigas del pueblo por estar al servicio del viejo Estado?,
evidentemente, lo principal, su rol en la sociedad, el carácter de clase que
han asumido para sí; consiguientemente deben ser tratadas como enemigas del pueblo
y combatidas como a cualquier miembro de la reacción.
Hoy, al
conmemorar un aniversario más de la mujer trabajadora y combativa, manifestamos
un profundo saludo a la mujer obrera, campesina, popular y luchadora,
comprometida con su pueblo y la revolución. Recogemos el legado que nos dejaran
mujeres como Lorenza Alimaña, Manuela León; Dolores Cacuango, Tránsito
Amaguaña, Rosita Paredes, Cecilia Hidalgo, Emilia y otras tantas más que jamás
perdieron la perspectiva y responsabilidad en la lucha en contra del viejo
estado. De igual manera es oportuno reivindicar en las luchas a la camarada Nora,
Edith Lagos en el Perú o la camarada Sandra Lima en el Brasil; arquetipo de la
mujer luchadora, conscientes de que las mujeres sostienen la mitad del cielo,
porque con la otra mano sostienen la mitad del mundo.
¡POR LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER A TRAVÉS DE LA CONQUISTA DEL
PODER!
¡DESATAR LA FURIA DE LA MUJER COMO FUERZA PODEROSA PARA LA
REVOLUCIÓN!
¡SIN REVOLUCIÓN ES IMPOSIBLE LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER!
¡VIVA EL MOVIMIENTO FEMENINO POPULAR!
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