La influencia del
delincuente en el desarrollo de las fuerzas productivas puede ser demostrada
hasta en detalle. ¿Se habrían desarrollado las cerraduras hasta su perfección
actual si no hubiera robos? ¿Se habría desarrollado la fabricación de billetes
de banco hasta su perfeccionamiento actual si no hubiera falsificadores de
moneda?... Y si abandonamos la esfera del delito privado: sin delitos
nacionales, ¿habría surgido alguna vez el mercado mundial? ¿Incluso las
naciones exclusivamente?
Marx
Las
cárceles no son un cáncer de la sociedad, son la sociedad misma expuesta en
todas sus formas pero en un escenario en particular.
En días
pasados cerca de un centenar de presos fueron masacrados de la forma más cruel
que ser humano pueda imaginar. Extirpación de órganos, mutilación de
extremidades, decapitamiento, colgamiento, y otras más que exponen la falacia
del discurso rehabilitador y de la eficiencia de las instituciones del Estado,
además, de la tremenda crisis que aqueja a la sociedad que está corroída en
todos sus frentes.
Ante estos hechos, muchos sectores levantan la
voz para señalar la necesidad de implementar la cadena perpetua o la pena de
muerte. También hay quienes sostienen sobre la condición “natural” de la
delincuencia o de una derivación congénita de estos aberrantes comportamientos.
La prensa
habla de la debilidad del sistema carcelario, como si este estuviese por fuera
de la estructura social del país. Se habla de carencia de valores éticos,
morales, En definitiva, se buscan pretextos o argumentos para tratar de
justificar lo injustificable.
Los
sistemas de vigilancia y control de los centros penitenciarios del país son de
los más modernos de la región. Prácticamente es imposible ingresar una moneda
de 10 centavos sin que sea detectada por los distintos filtros de seguridad que
cuenta con cámaras de vigilancia, detectores de metales, escáner y otros.
La
existencia al interior de las cárceles de chuchillos, machetes industriales, munición,
pistolas, granadas de mano, fusiles (en varias requisas se encontraron fusiles
de guerra), teléfonos y desde luego, el meollo de todo esto, droga de distinta
índole, son producto de la alianza entre las bandas criminales con policías,
guías y personal administrativo; es decir, si bien es cierto las pandillas son
el centro, la complicidad de toda una estructura institucional, policíaca y administrativa
son las que le dan funcionalidad y sustentabilidad al interior y al exterior de
los centros penitenciarios.
Es
difícil establecer cuánto dinero se mueve al interior de los llamados Centros
de Rehabilitación. En Latacunga están detenidos aproximadamente 5000 internos.
Cada uno debe pagar cuotas mensuales por uso de celda, talleres y hasta de
educación. Adicionalmente, un teléfono al interior puede costar entre 800 a
1200 dólares. De hecho, los guías y policías los venden; luego de 3 meses se
los quitan a los internos en requisas y los vuelven a vender a otros presos en distintos
pabellones. Si en el país hay cerca de 40.000 presos y básicamente 4 bandas
fuertes y numerosas que tienen presencia en todos estos centros, lo expuesto se
viene a constituir, para estos y sus cómplices, en una buena razón para matar.
El
problema de las cárceles del país es sistémico. La criminalidad crece
boyantemente y no habrá leyes y/o medidas coercitivas que logren controlar en
la medida que estas responde a la torpe dinámica de un modo y relaciones de producción
semifeudales, incapaces de eliminar las condiciones estructurales que generan
la descomposición de ciertas capas de la sociedad.
Cierto
es, 82 individuos fueron asesinados cuando de acuerdo a la Constitución del
viejo estado, estaban bajo su responsabilidad, cuyos objetivos iban desde
ejercer castigo por la comisión del delito, rehabilitar al detenido y
posteriormente reinsertarlo a la sociedad; sin embargo, al igual que a estos
reos, a las víctimas de estos, y al común de las masas, el Estado les vuelve a
fallar, y no porque quiera hacerlo, sino porque esa es su lógica, está organizado
de tal manera que defienda los intereses
de un pequeño puñado de grandes burgueses y grandes terratenientes, el resto de
la población es utilizable, descartable
o reemplazable.
Las leyes
no están diseñadas para establecer cierto equilibrio en el comportamiento
social de la población, por el contrario, está diseñada para sostener el
capitalismo burocrático y el viejo Poder. Basta ver como en los llamados
Centros de Rehabilitación hay población penitenciaria adulta mayor, con
patologías catastróficas, y nada se hace para darles atención oportuna y
eficaz. Decenas de presos mueren por enfermedades y falta de atención en estos centros;
no obstante, hace pocos días un juez determinó que a Jacobo Bucarám (hijo del
expresidente y reo de la justicia Abdalá Bucarám) se le otorgue medidas sustitutivas
porque al miserable le cuesta manejar con el frio de Quito. ¡Vaya estupidez!, ¡lo
enviaron a que preste arresto domiciliario en Guayaquil!
Engels,
con profunda objetividad señalaba que: “Cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa
la muerte, decimos que es un homicidio; si el autor obra premeditadamente,
consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad pone
a centenares de proletarios en una situación tal que son
necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan
violenta como la muerte por la espada o por la bala; cuando quita a millares de
seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras
condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir; cuando ella
los obliga por el brazo poderoso de la ley a permanecer en esa situación hasta
que sobrevenga la muerte, que es la consecuencia inevitable de ello; …cuando
ella sabe demasiado bien que esos millares de seres humanos serán víctimas de
esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces
lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo, salvo
que en este caso es más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie
puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el
asesino es todo el mundo y nadie a la vez, porque la muerte de la víctima
parece natural, y que es pecar menos por comisión que por omisión. Pero
no por ello es menos un crimen.” (F Engels: La Situación
de la Clase Obrera en Inglaterra.)
En el
país hay cierta suerte de doble moral. Precisamente pocos días antes de las
masacres en los reclusorios, una docena de individuos fueron detenidos por la permanente
y sistemática violación de un grupo de niños que tienen discapacidades físicas
y mentales; desde luego, esa aberración ha sido soslayada por la prensa
burguesa y mucho más de la intervención estatal para dar un correcto
tratamiento a víctimas y victimarios. Hoy, las violaciones, asesinatos, descuartizamiento,
robo, abigeato, narcotráfico, corrupción de empresarios privados o de
funcionarios públicos es vista como si se tratase de una normosis, de algo
inevitable y con lo que debemos acostumbrarnos a vivir.
Si un funcionario público o un empresario
privado son capaces de falsificar pruebas para detectar el Covid 19 y vacunas
para blindar a la población de la pandemia o, cometer actos de corrupción en la
compra y distribución de todos estos insumos contra el Covid, ¿podemos acaso
asombrarnos con lo que pasa en las cárceles? Desde luego que no, son delitos
iguales o más graves aún en relación con los asesinatos y delincuencia
organizada en las cárceles, porque se compromete a un mayor número de personas a
las que se perjudica, atenta contra la salud y vida de las masas desde la
institucionalidad pública y privada.
Marx, en
el trabajo “La Sagrada Familia”, indicó la necesidad de “...destruir las fuentes antisociales de los
delitos”. La lucha contra la delincuencia mediante el incremento y soporte
de leyes carcelarias y la mayor reaccionarización de los aparatos represivos, solo
alcanzaría soluciones estrechas, por lo tanto, en el marco de esta sociedad
semifeudal y semicolonial estamos condenados a vivir en medios del lastre
social, del accionar del lumpen de todos los estratos o niveles sociales en la
medida que las causas estructurales que los generan se mantengan intocadas o
evolucionen tibiamente; consiguientemente, la tarea está en trasformar
radicalmente la vieja sociedad, destruirla, sobre sus ruinas erigir un nuevo
Estado, nuevas leyes, nuevos instrumentos.
Moreno ha
salido a manifestar que buscará ayuda internacional para poder combatir la
violencia de las cárceles y del crimen organizado. Eso es todo; los
representantes del viejo estado aprovecharán de estas oportunidades, del
endurecimiento de leyes, fortalecimiento del aparato militar para propiciar la
criminalización de la lucha y la protesta y el movimiento social, mientras
tanto, los prestadores extranjeros
(gringos o israelitas) de asistencia policial y militar aprovecharán para
sentar bases militares o dirigir los aparatos represivos con fines más
direccionados a neutralizar a todos aquellos quienes de una u otra manera los
combatimos en el país.
El viejo
estado está podrido; apesta, vomita sangre, miseria, explotación. Las masas son
lanzadas a una violencia cada vez más abyecta; nos cruzamos de brazos y nos
lanzamos a la línea del revisionismo y el oportunismo buscando soluciones por
vía electoral, o tomamos las cosas con mayor seriedad y objetividad generando
los instrumentos necesarios para desatar guerra popular y no dejar piedra sobre piedra
de esta vieja sociedad.
¡AL VIEJO ESTADO TERRATENIENTE BUROCRÁTICO NO
SE LO REFORMA, SE LO DESTRUYE!
¡LA REBELIÓN SE JUSTIFICA, AQUÍ, Y AHORA!
Poderoso documento, ojalá sea comprendido en su profundidad para que cerremos filas en torno a organizarnos y emprender la tarea que haya que emprender para acabar con toda esta porquería, que sólo puede ser organizada por un Partido maoísta que nos guíe en la guerra popular para tomar el poder.
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