La condición social de una mujer está determinada por el rol que cumple en
la estructura productiva de la sociedad, y con ella, la forma cómo asume su
responsabilidad con la historia, ya sea del lado de los opresores o del lado de
los oprimidos.
¿Qué es lo relevante de una mujer o un hombre independientemente de su
condición sexual o étnica?, definitivamente su condición de clase, lo otro, su
“individualismo” pasa a un segundo plano.
La actual movilización nos ha enseñado mucho al respecto de la extracción y
el carácter de clase que tienen los individuos.
En los hechos concretos, en la práctica social, nuestros compañeros y
compañeras han estado codo a codo con mujeres indígenas y campesinas valientes,
combativas, conscientes de su papel revolucionario. No obstante, también hay de
las “otras”, las oportunistas, las miserables, las que han prostituido su
conciencia a las clases dominantes, precisamente a aquellas que durante siglos
las han explotado, oprimido y humillado, pero ahí están, guarichas,
malvivientes, arribistas. Lourdes Tibán, Llori, son un claro ejemplo de este
tipo de mujeres de extracción indígena/campesina. Estas, tremendamente
peligrosas y nocivas, porque aún se mantienen enquistadas en el seno de las
organizaciones campesinas y populares, haciendo un fino trabajo estratégico, ya
sea desmovilizando ideológicamente a la clase como distorsionando el carácter y
objetivos que debe tener la lucha.
Pero, del lado del viejo Estado burocrático terrateniente, también están
aquellos que, aun deviniendo de las entrañas pauperizadas de nuestro pueblo,
hombres y mujeres nacidos en el campo, en las barriadas pobres, hijos e hijas
de obreros, campesinos/indígenas, han optado por luchar del lado de los
opresores, explotadores y del imperialismo.
Rol importante cumplen las mujeres que se han enrolado en los aparatos
represivos del viejo Estado. Ya no llama la atención ver cómo mujeres armadas
de lanzagranadas, escopetas, pistolas disparan sin miramiento alguno contra las
hijas del pueblo, contra los manifestantes. Precisamente en la dura jornada de
lucha del 24 de junio, en el edificio de la contraloría próximo a la Casa de la
Cultura, preponderantemente eran mujeres policías las que disparaban desde las
posiciones altas contra las masas que bregaban por llegar a la Asamblea.
Posteriormente, se las veía en las calles, arrestando, agrediendo y humillando,
de la forma más miserable, a jóvenes, hombres y mujeres, que eran capturados.
No podemos ocultar el estupor, indignación y profundo odio de clase que nos
ha ocasionado ver las imágenes de la policía recibiendo abrazos de las clases
dominantes que salieron a hacer su festín oscurantista, feudal, pidiéndoles a
gritos que sean duros con los indios, que disparen a matar, que las leyes ahora
los protegen.
Y sobre los carros blindados, sobre los vehículos antimotines, las perras,
las putas asalariadas de la gran burguesía levantaron tarima. Bailaban,
gritaban eufóricas porque la burguesía les reconocía su sucio y criminal
trabajo.
Las perras se sentían bellas, sexuales, y ni siquiera entendía del porqué
estaban ahí, dando un espectáculo utilitario para unas clases tan
reaccionarias, racistas, discriminatorias y criminales que empujan a que se
olviden de su devenir social para convertirlas en máquinas impensantes de
represión y muerte.
Quién esté dispuesto a luchar por los intereses de la clase y del pueblo
tendrá un lugar en la historia, sin lugar a dudas. Quién luche del lado de los
opresores, de los explotadores, independientemente de su condición étnica o
sexo, tendrá que asumir sus responsabilidades ante aquellos que ya son parte de
la historia.
Debemos combatir y dar el mismo tratamiento a hombres y mujeres
policías/militares. Que no nos duela ser duros y determinantes, a la final,
difícilmente hay algo más atrás de esos uniformes que representan el Poder de
grandes burgueses y grandes terratenientes.
¡VIVA LA MUJER CAMPESINA CONSCIENTE QUE LUCHA
CONTRA LA OPRESIÓN!
¡APLASTAR A LAS PERRAS, A LAS GUARICHAS DE LA GRAN
BURGUESÍA!
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