5 muertos, 2 heridos en estado crítico, más de 17 lesionados y varias
propiedades destruidas, es el saldo de la insania.
Si bien es cierto, el atentado en el populoso barrio del Cristo del
Consuelo, en Guayaquil, fue ejecutado por bandas vinculadas al narcotráfico, la
responsabilidad que tiene el régimen y el viejo Estado burocrático terrateniente
es absoluta.
No se puede pedir que la policía o las FFAA asuman el control y “protejan”
a la comunidad, cuando está visto, y a las pruebas nos remitimos que, gran
parte de sus elementos y en todos sus niveles, están comprometidos o militan en
las distintas bandas delincuenciales dedicadas al narcotráfico internacional,
de hecho, este mismo momento los noticieros dan cuenta de la captura de 8
miembros de la armada vinculados al narcotráfico.
Solo quienes viven la angustia cotidiana del robo, del asesinato, del
terrorismo, de poner la cuota de sangre producto de los “daños colaterales”
sabe de qué estamos hablando.
Hace pocos días una familia completa fue ejecutada en una vivienda de Guayaquil.
Niños despedazados a balazos de fusil. Gente del común, de las barriadas
populares, desmembradas producto de los bombazos. Viviendas y precarios
comercios destruidos a punta de dinamita. Pequeños negocios, panaderías,
locales de comida, tiendas de barrio que venden al día no más de 40 dólares,
son obligados a pagar boleta, impuesto por “protección”.
Mientras tanto, el régimen sigue en lo suyo, en la nada, en la inacción, en
la incapacidad de dar respuestas, y ya lo hemos dicho, porque esta violencia
cruenta es funcional para sus propósitos.
A las masas ya no le importa un carajo el precio del combustible, que
aproximadamente 2 millones de ecuatorianos vivan con un dólar y medio al día;
la tristemente famosa reforma laboral, la ley humanitaria; la corrupción
gubernamental, la desatención en hospitales, falta de trabajo, lo único que
quiere es salir y regresar con vida a su vivienda, que sus hijos no caigan
abatidos por las balas asesinas, lo demás, ya… será.
A eso nos han empujado, es su propósito último. Por un lado, nos meten circo, box, fútbol,
bailarinas culiprontas y malos payasos como candidatos electorales, una que
otra denuncia de corrupción; lanzan cortina de humo con la bronca entre Lasso y
los correístas (burguesía compradora-burguesía burocrática) por otro, mantienen
a las masas encerradas, asustadas, preocupadas ya no por mediosubsisitr en
medio de la crisis económica, sino de mantenerse con vida.
Según registros oficiales, en lo que va del año, hasta junio (2022) en el
país han sido asesinadas más de 2000 personas, es decir, casi el doble de los
muertos reportados en la guerra con el Perú en 1941 (mil bajas entre muertos y
heridos) y la guerra del Cenepa (33 soldados bajas mortales). Escalofriante, y
lo peor es que la cuenta sube de manera dramática.
Nos solidarizamos con los familiares de las víctimas del atentado
terrorista; con los familiares de aquellos que mueren todos los días, jóvenes
que no llegan a su mayoría de edad, desocupados, que son absorbidos por las
bandas delincuenciales, de aquellos parias que no tienen, para sí, otra vía que
militar en las bandas para sobrevivir aun a sabiendas que la muerte es la
sombra que nunca los desampara. Nos solidarizamos con los familiares de aquellos
padres desempleados, que fueron recluíos en la penitenciaria por no pagar
pensiones alimenticias y terminaron desmembrados. Nos solidarizamos con esas
madres que ven morir a sus hijos en sus brazos sin poder explicarse el porqué
de tanta crueldad. Nos solidarizamos con las familias de asquillos que son
“pasados” como delincuentes para justificar su muerte, de aquellos que ya no
son nada salvo cuerpos inertes con identificaciones oficiales que no pasan de
“Cucaracha”, “cuchillo”, “El Gordo”, etc.
Nos solidarizamos con nuestro pueblo, que permanentemente pone la cuota de
dolor, de sangre, de sufrimiento, de angustia, en medio de la crisis que genera
la gran burguesía y los grandes terratenientes en sus fueros por reflotar el
capitalismo burocrático y el viejo estado que se cae a pedazos.
Condenamos al régimen y a sus ganapanes que le sirven desde el Centro de
Inteligencia Estratégica, el incapaz Fausto Cobo, rata agente de la CIA, bueno
para perseguir a los luchadores populares, pusilánime con quienes ejecutan al
pueblo. A Diego Ordóñez, íntimo de Lasso y del Mosad israelí, un incompetente
que pretende extrapolar los métodos asesinos de los israelíes a nuestro país.
¿Qué la bronca sangrienta es entre bandas?, sí, pero hay que entender que
son el lastre de esta vieja sociedad. No cabe aquello de que se maten mutuamente
(haciéndole un favor a la sociedad como si se tratase de una purga), porque
además mueren personas que no están ligadas a estos grupos, ni las ráfagas ni
las bombas discriminan a sus víctimas. Ellos, la gran burguesía y los grandes
terratenientes generan un sistema de explotación y opresión que tiene a las
mayorías sumidas en la más grande miseria del último siglo, ¿debemos, acaso,
esperar que ciertos sectores del pueblo no se descompongan?
No hay salidas, no hay más vías, no nos queda sino la lucha, no hay otro
camino, o desatamos la revolución, o el estado y sus cómplices masacran al
pueblo. Transformamos esta caduca sociedad, o nos devora la muerte en medio de
la más abyecta angustia.
¡Solo el pueblo salva al pueblo!, siempre y cuando tenga correcta dirección
ideológica y política. No podemos ni debemos esperar que sean las FFAA o la
policía de protección a las masas, nos corresponde organizar las milicias
populares en las barriadas pobres, no solo para defendernos de las bandas
delincuenciales, sino de los aparatos represivos del estado, a la final, son lo
mismo.
¡LA REBELIÓN SE JUSTIFICA YA, AQUÍ Y AHORA!
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