ANTEPONER ORGANIZACIÓN Y LUCHA AL TERRORISMO DE ESTADO


Lo veníamos sosteniendo, la abyecta violencia que se ha desatado en el país no es un hecho aislado, propio de las contradicciones entre las bandas delincuenciales; es una violencia que nace de la profunda crisis que atraviesa el capitalismo burocrático, pero también, es parte de un macabro plan trazado por el imperialismo yanqui con la finalidad de generar las condiciones subjetivas para fomentar su mayor penetración en el territorio nacional.

La violencia de narcotraficantes, sicarios, vacunadores, secuestradores, terroristas, nos remonta a otros escenarios donde el imperialismo ha fraguado y atizado este tipo de delitos con la finalidad de generar inestabilidad social, económica y política, para posteriormente «tender su mano» de apoyo, con créditos usureros, venta de armamento, capacitación y asistencia técnica; asesoramiento en seguridad, reformas judiciales, fomentar en sus gobiernos títeres mayores libertades a los aparatos represivos para que operen sin control alguno, a la final, con tanta violencia, sangre e inseguridad, resulta «aceptable» que los gatilleros de las FFAA y la policía salgan a «eliminar a las amenazas» sin tener que preocuparse por responder ante los tribunales nacionales e internacionales.

Con el pretexto de la violencia, el gobierno ha invertido en estos dos años más en seguridad, equipamiento de aparatos represivos e incremento de elementos armados que en programas sociales que coadyuven a solucionar en algo la crisis estructural que se expresa de mayor manera en desempleo, emigración, etc.

Todos los días hay matanzas, masacres, atentados; todos los días se pone al descubierto la participación de efectivos militares y policiales en las bandas criminales; el gobierno ha decretado varios estados de emergencia regionales o nacionales, en definitiva, vivimos en  un país donde se lleva a cabo una verdadera guerra que poco a poco está siendo direccionada a todas aquellas personas y organizaciones que eventualmente resultan incómodas para el gobierno, para el Estado, pero también para el imperialismo.

El gobierno aprobó una ley antiterrorista. Así, antiterrorista en general, no narcoterrorista, sino terrorista, que le permite obrar de manera letal y con todo el respaldo legal para neutralizar, no solo las «amenazas» de las bandas delincuenciales; es por demás obvio que será dirigida en contra los luchadores populares, los revolucionarios y todos aquellos quienes de una u otra manera nos opongamos a los planes del imperialismo y al desgobierno del banquero.

Esto es clave para los planes del imperialismo, porque ese es el centro de todo esto, violentar el país para recuperar espacios o condiciones constitucionales, legales y de otro orden, para poder colocar sus bases militares en territorio nacional. Esto no es nuevo, viene desde la Segunda Guerra Mundial; hoy tiene un carácter más perentorio en la medida que el conflicto entre Rusia y Ucrania, empuja a los yanquis a fortalecer sus «retaguardias» en los países de incidencia o a los que tiene sometido en condiciones de colonias y semicolonias como el nuestro.

La memoria no puede ser tan frágil. Apoyaron a contrarrevolucionarios en Nicaragua, los armaron, les entregaron una violenta hoja de ruta para desestabilizar el gobierno sandinista. Igualmente, lo han hecho en muchísimos países. Panamá, Irak, donde, además de promover violencia, se inventaron el cuento de que se estaban fabricando armas de destrucción masiva para poder tener el argumento avalado por la ONU e invadir el país, aniquilar a Sadam Hussein y desbaratar tota la estructura militar opuesta a los planes imperialistas.

Recientemente, se vivió en Irán un caso similar. Los EEUU y el sionismo, se aprovecharon de ciertas reivindicaciones femeninas para atizar el descontento popular, patrocinar movilizaciones violentas desde el extranjero en su repetido intento por debilitar al régimen iraní.

Colombia es otro ejemplo. armaron a grupos de paramilitares, los asociaron con el narcotráfico, y con todo ese contingente se lanzaron a tratar de neutralizar a la insurgencia armada de ese país.

Hay que releer aquel importante documento sobre la presencia de la Cía. en el Ecuador de Philip Agee, de cómo el imperialismo se apoyó en grupos de la izquierda revisionista para realizar acciones violentas en el país, particularmente contra periodistas, iglesias, etc., y generar una corriente de opinión adversa al discurso revolucionario que propagaba en esos años la necesidad de la lucha armada en el Ecuador.

Pueblo del Ecuador, no dudar que los operadores de la CIA y del Mossad están activos en nuestro país; además, alimentan con recursos, logística y apoyo necesario para que grupos violentos desaten verdaderas orgías de sangre para crear el marco político y las condiciones mediáticas para justificar su presencia en territorio nacional. Somos un país oprimido; al imperialismo le urgen mantenernos en esas condiciones porque facilitan no solo la libre movilidad de capitales, la explotación y usurpación de los recursos naturales, sino tenernos sumidos como un mercado cautivo y con muchas valoraciones geopolíticas para seguir detentando su condición de ser el garrote del capitalismo en el mundo.

Acusan al movimiento indígena de ser terrorista, bueno, por lo menos a los que se muestran algo irreverentes; acusan de terroristas a todos los que de una u otra manera hemos tenido un rol protagónico den los levantamientos populares, y con ese estigma se quieren vacunar, se quieren asegurar de tal forma que las futuras movilizaciones, levantamientos, ya no tengan el necesario carácter beligerante, combativo, necesario para responder  al viejo Estado y sus desaforadas y cruentas campañas represivas.

Se ve venir por parte del Estado, una campaña de persecución, encarcelamiento, e inclusive, de asesinatos selectivos; no permitirán que los honestos y consecuentes con los intereses y luchas de nuestro pueblo, puedan desplegar su esfuerzo político sin que tengan que confrontar la violencia del Estado manifiesta de todas formas, principalmente represiva, carcelaria.

Empezaron por modificada en el COIP y que «asegura» a los «terroristas», entiéndase, luchadores populares, largos años en la cárcel o una muerte justificada precisamente por esta ley contra el terrorismo.

El país está militarizado; poco o nada pasará, porque la crisis del capitalismo no descansa precisamente en la delincuencia, violencia, etc., etc., va más allá de chapas y militares y sicarios; el problema está en su estructura, es incapaz de sostenerse, porque el Estado está caduco, no responde a los intereses de la clase y del pueblo; de eso se desprenden gobiernos como el actual, que dan rienda suelta a la voracidad de la burguesía compradora y bancaria, -mal llamado neoliberal-, que nos tiene de rodillas ante el FMI y los planes del imperialismo.

Que nos llamen terroristas, está bien, ¿o qué esperamos?, ¿Qué nos digan valientes, inteligentes y respetables luchadores populares?, ¡No!, ¡para nada! ¿Esperamos que el Estado obre magnánimamente, no decrete leyes que busquen neutralizarnos y que no espoleen a los aparatos represivos del estado para que nos repriman de diversa forma?, pues eso no va a suceder. Ya lo dijo el presidente Mao, mientras más nos ataquen, mientras más nos persigan y nos pinten carentes de virtud, es porque estamos haciendo bien las cosas. Deberíamos preocuparnos si el viejo Estado nos dice que estamos bien, en el camino correcto, porque sencillamente quiere decir que nuestro trabajo y organización solo les sirve a las clases dominantes.

El viejo Estado burocrático terrateniente y sus aparatos represivos deben pensar bien antes de obrar contra los dirigentes populares, sindicales y campesinos; no estamos atados de manos, en octubre del 2019 y junio del año pasado se les hizo ver que las cosas pueden tomar otros rumbos si desbocan como caballo descontrolado.

Si las condiciones demandan, vamos a movilizarnos, vamos a levantarnos, tenemos el derecho de rebelarnos, no porque lo diga la Constitución, sino porque es lo correcto, es lo que compromete a hombres y mujeres honestos de nuestro pueblo a hacer lo que se debe. No nos amedrentan las largas condenas implementadas en el COIP, ni sus espurias FFAA repotenciadas por el sionismo criminal; se gesta un nuevo movimiento sindical, se fraguan en los hechos nuevas formas de organización en el seno de las masas. Precisamente ahora, con la compra venta de conciencias, con lo que sucede en la asamblea, Pachakutik, correístas y demás; nos reafirmamos que ese no es el camino, que el camino del pueblo, es el camino democrático, de la organización y lucha, porque definitivamente, solo con lucha se conquistan derechos y libertades.

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