Fernando Villavicencio no fue un político cualquiera. Su vida expresa el
comportamiento típico de aquellos militantes de la izquierda ecuatoriana que
fueron reciclados por la gran burguesía y el imperialismo.
Villavicencio militó con los trotskistas; militancia que le otorgó los
espacios de movilidad política para relacionarse en el oscuro mundillo del
revisionismo y así emerger con relativa facilidad en el sindicalismo de Petroecuador.
Junto a otros dirigentes, hoy militantes de la Revolución fundó la
coordinadora de Movimientos Sociales. También participó en la creación de
Pachakutik, de ahí que resulte relativamente fácil entender del porqué el
comportamiento ecléctico y oportunista de esta organización política. Sobre esa
tarima, Villavicencio se convirtió en un instrumento ágil, vivaz y hasta
efectivo con el que ha contado la gran burguesía, compradora, fundamentalmente,
para abrirse paso y volverse en uno de los políticos y asambleístas más
funcionales para los intereses de los EEUU en el país y en la región.
Desde luego que combatió al correísmo, pero lo hizo en el marco no solo de
las contradicciones Interburguesas, sino en el redireccionamiento de la
política nacional sobre la base de los intereses que tiene el imperialismo
yanqui.
Respaldado por secretario de estado de los EEUU, permanente viajero al
imperio, no precisamente por vacaciones o compras, sino porque de esa manera
articulaba su sólida relación con los aparatos de inteligencia de ese país.
Villavicencio no fue un agente operativo de la inteligencia gringa, más sí
un operador político que les permitía crear las condiciones necesarias para
crear desestabilidad política en el país y viabilizar la penetración del imperialismo
yanqui en las esferas políticas del país.
Con su muerte el imperialismo pierde a uno de sus principales aliados en el
país, aunque como suelen darse las cosas, no sería raro que los yanquis lo
hayan sacrificado para dirimir las contradicciones Interburguesa y allanar el
sostenimiento de un régimen comprador con Noboa por delante. A la final, mucho
hay que perder y sacrificar a Villavicencio, en ese contexto, tiene mucha validez
para el imperialismo y a las clases dominantes.
Posiblemente, su muerte no sea esclarecida. Es por demás evidente la
participación de miembros de su agrupación política, de la policía, bandas
delincuenciales, narcotráfico, pero atrás de esos hilos hay una proterva mano
que los mueve, que los direcciona, y sin lugar a dudas es el imperialismo
yanqui.
Siempre pensaremos que Fernando Villavicencio está en mejor lugar, donde
deben estar, de manera temprana, todos los enemigos de la clase y del pueblo.
Hay muertos que pesan más que una montaña; otros, menos que la pluma de un gallinazo.
Para el imperialismo, la muerte de Villavicencio representa un peso enorme;
para el pueblo, menos de lo que pesa la pluma de gallinazo carroñero de
basurero público. No hay muertos buenos; este miserable está donde deben estar
todos aquellos que atentan contra los intereses de la clase y del pueblo.
¡NI PERDÓN NI OLVIDO PARA LOS VERDUGOS DEL PUEBLO!
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