La miopía de Israel lo ha llevado
a vivir otra derrota más, de las tantas que ha venido acumulando en las últimas
décadas.
La invasión criminal de Israel a
la Franja de Gaza lleva ya más de un año. Cientos de miles de proyectiles han
destruido totalmente la ciudad: sabotearon el suministro de agua, la mezclaron
con aguamar, la envenenaron; echaron por tierra la energía, dinamitaron las
calles, carreteros y puentes; bombardearon hospitales llenos de heridos,
volaron escuelas, comercios, viviendas y mezquitas llenas de vida; no han
dejado nada sobre la tierra, salvo montañas de escombros en cuyas entrañas
subsiste la siempre viva fuerza de la resistencia, que emerge de cualquier lado
enarbolando la lucha de liberación nacional sin hincar rodillas.
La muestra de valentía y entrega
de las masas palestinas es estoica. A pesar de que el 90% de la población de
Gaza ha sido empujada al desplazamiento y recluida en una nueva versión de los
campos de concentración; de haber sufrido la muerte de aproximadamente 45.000
hombres y mujeres, la mitad de estas víctimas: niños y niñas, precisamente en
ese apocalíptico escenario, los combatientes de la resistencia han logrado
organizarse, combatir y resistir mientras destruyen maquinaria militar y causar
centenares de bajas a uno de los ejércitos más poderosos de la región.
Israel logró asesinar a los
dirigentes de Hamas, pero no le alcanzó para menguar la resistencia y
combatividad del pueblo palestino. Para su cometido, se apoya en dos aspectos
que jamás le permitirán la victoria final: impulsa una guerra cruenta, asesina
e injusta; además, basa su estrategia en los hombres, la tecnología y el
armamento, cuando lo fundamental son los principios, las masas y ser
portaestandartes de una guerra justa.
No diferente ha sido con el
Líbano. Israel. Como mula sin rienda, cabalgó optimista con todo su potencial
bélico, pensando que podía también agredir, masacrar y poner de rodillas al
pueblo libanés. Otro yerro del sionismo criminal.
Bajo la misma premisa táctica y
estratégica, consideraron que, asesinando a los dirigentes de Hezbollah, podían
generar dispersión y debilitar la resistencia libanesa. Sin embargo, otra
amarga derrota ha desestabilizado políticamente a Israel. El sionismo y el
imperialismo tendrán que vivir con su moral guerrera aplastada por las pezuñas
del desencanto.
Israel ha llegado a un acuerdo de
cese al fuego con el Líbano. Lo hace después de que la resistencia libanesa, a
pesar de los golpes recibidos, ha demostrado una gran capacidad de resiliencia,
aplicando el principio de la guerra de ofrecer resistencia activa o defensiva
estratégica; es decir, golpear al enemigo incluso en líneas exteriores,
mientras se preservan las fuerzas.
Israel, con todo su potencial
militar, se ha visto menguado, limitado y hasta traumatizado al no poder
someter a otro país que, al igual que en Palestina, en Gaza, no cuenta con
estructuras ni medios militares de importancia, salvo la creatividad y valentía
de aquellos que están dispuestos a entregar sus vidas en defensa de su nación.
Aquí estaremos con corazón de hielo
candente
infierno en nervio y alma
sacamos
agua de la roca para calmar la sed
y
despistamos la hambruna con el polvo.
Pero no nos
iremos.
Aquí
derramaremos la queridísima sangre,
aquí
tenemos un pasado, un futuro,
aquí somos
los inconquistables,
así que
golpea profundo, golpea profundo
sobre mis
raíces.” Tawfiq Zayad
Israel está dispuesto a matar y
aplicar su doctrina de tierra arrasada para conseguir sus objetivos. Es la
forma en que ha mostrado su criminal participación en este conflicto. Palestina
y el Líbano, por el contrario, han puesto sobre el terreno de combate su
inapelable e indeclinable decisión de morir por sostener la resistencia y
derrotar al invasor. Entre esas dos posiciones hay una diferencia
diametralmente opuesta. Matar y morir; dos caras de una misma moneda; una
contradicción que dice mucho y que, a la final de la contienda, es decisiva.
Al igual que en el sudeste
asiático a mediados del siglo pasado; en Nicaragua, El Salvador, Afganistán y
otros países del tercer mundo, el imperialismo yanqui y el sionismo criminal
han vuelto a ser derrotados. ¡Son tigres de papel! ¡Monstruos con pies de
barro!
Nos congratulamos con el pueblo
libanés. No dudamos que muy el muladar sionista también trague y se ahogue con
el rocoso polvo de Gaza; que rumie su derrota, y que, sin tener tiempo de
llorar a sus muertos, vuelvan a Israel, ¡un país que jamás debió existir!
El triunfo del pueblo libanés es
el triunfo de los países oprimidos del mundo.
¡VIVA LA LUCHA
CONTRA EL IMPERIALISMO Y EL SIONISMO CRIMINAL!
¡VIVA LA
RESISTERNCIA DEL PUEBLO PALESTINO, LIBANÉS Y YEMENÍ!
¡ORGANIZAR,
COMBATIR Y RESITIR!
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