PAÍSES, SEMICOLONIALES, GOBIERNOS VASALLOS

Nada bueno ha traído, trae ni traerá el imperialismo, particularmente yanqui, a los países del Tercer Mundo.

Históricamente ha sido así. Desde que impusieron el capitalismo en sociedades donde no se erradicó la feudalidad, se abrió paso a un sistema en el que el capitalismo no eliminó la semifeudalidad, sino que la subordinó y la transformó o evolucionó en nuevas formas. Este fenómeno ha dado origen a un verdadero engendro: el capitalismo burocrático.

Este sistema no solo impide el desarrollo nacional de los países oprimidos, sino que también exacerba todas las contradicciones internas. Su efecto no puede expresarse de otra manera que, en la necesidad de demoler nuestra condición de país semicolonial y semifeudal.

Las últimas maniobras de Trump evidencian lo funcionales que resultan para el imperialismo y su política internacional los gobiernos títeres, particularmente en América. Estos, en una clara actitud de vasallaje, se prestan para servir a los intereses más oscuros del imperialismo, sacrificando la soberanía y los derechos de sus pueblos.

El gobierno y Estado salvadoreño son un claro ejemplo de esta subyugación. Se trata de un país cuya economía depende en gran medida de las remesas enviadas por sus migrantes, principalmente aquellos radicados en Estados Unidos, quienes aportan aproximadamente uno de cada cuatro dólares al PIB nacional. A pesar de esta realidad, el gobierno de Nayib Bukele no muestra un verdadero interés por sus migrantes, salvo por el peso económico que representan. Y si para garantizar este flujo de ingresos debe ceder la soberanía de su país a los intereses de Washington, no dudará en hacerlo.

Bukele ha llevado esta sumisión al extremo al convertir a El Salvador en una gigantesca prisión, no solo para salvadoreños deportados desde Estados Unidos, sino también para presos de otras nacionalidades, a cambio de un pago que, según él, servirá para sostener el sistema penitenciario del país.

Nada bueno puede esperarse de un país donde la estructura económica descansa en las remesas y no en la producción interna; donde el 1.7% de la población total está encarcelada y donde uno de los sectores más relevantes no es la industria, la agricultura o la innovación, sino el negocio de las prisiones y sus carceleros.   

No muy diferente es la situación de Guatemala, un país que, sin ninguna consideración por su frágil situación económica y social, ha aceptado recibir migrantes deportados de Estados Unidos sin importar su nacionalidad. Es un país empobrecido, sin capacidad para ofrecer respuestas laborales o sociales a sus propios ciudadanos, y aun así se presta servilmente a complacer las exigencias de Trump. Resulta inaudito. Es evidente que el impacto económico y social será devastador para los guatemaltecos; y en términos de soberanía, las consecuencias serán igualmente graves.

Ecuador tampoco se queda atrás. El gobierno de Daniel Noboa sigue el mismo patrón de comportamiento. Noboa, fiel representante de los sectores más reaccionarios de la gran burguesía y los grandes terratenientes, ha decidido cumplir las órdenes de su amo, Estados Unidos, imponiendo sanciones económicas a México mediante la elevación de aranceles a productos importados desde ese país (27%).

Pero el vasallo no entiende que, de los 600 millones de dólares en importaciones provenientes de México cada año, una gran parte corresponde a medicinas, afectando directamente a los ciudadanos ecuatorianos. Con esta y otras medidas, Noboa no solo profundiza el carácter semicolonial de nuestra sociedad, sino que nos empuja a una mayor presencia yanqui en el país y, con ella, mayor oprobio, miseria, explotación y impresión.

Nada bueno trae el imperialismo a nuestros países. Solo miseria, opresión y vasallaje. Es fundamental comprender esto. Solo teniendo claro el papel que desempeña, particularmente Estados Unidos, en nuestras sociedades, podremos delinear la táctica y estrategia correctas para quitarnos de encima el peso de esas tres montañas: el imperialismo, el capitalismo burocrático y la semifeudalidad.

Y hay que estar claros, esta tarea no se resolverá en las urnas, como pretende hacer creer el revisionismo, el oportunismo y el propio imperialismo. La verdadera transformación solo será posible a través de la guerra popular.

¡MUERTE AL IMPERIALISMO!

¡ORGANIZR, COMBATIR Y RESISTIR!


 

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