Hoy la
reacción realiza pomposos homenajes al Presidente de Uruguay, José Mujica, y lo
declara el mejor presidente de Latinoamérica, el más conspicuo representante de
la “nueva izquierda”.
Pero, si la reacción
y el imperialismo lo adorna, lo saluda, lo pone de ejemplo, es obvio que
responde al sencillo hecho de que Mujica revela los intereses del imperialismo
y la reacción, caso contrario….
Mujica es
ahora el revolucionario “bueno” y lo es precisamente en la medida que no llegó
a establecer deslinde de campos con el enemigo. Es bueno porque claudicó,
porque capituló ideológica y políticamente, porque se aferra al discurso
reformista y oportunista de que la “revolución”
se puede hacer desde las urnas, desde el gobierno. Es bueno porque eso es
lo que procura el imperialismo y la reacción, que los revolucionarios y
particularmente el proletariado, desista de la idea de conquistar el poder, porque
aún ellos están claros que para conquistar el Poder hay que destruir el viejo y
que es en esa destrucción donde ellos van a perder la base estructural para
seguir manteniendo su odioso régimen de oprobio y explotación.
La izquierda
“buena” es esa, la traidora, la miserable, la oportunista, la que convoca a la
sinfonía de ratas que claman ¨pueblo a
las urnas”, o que “con el voto se
conquista el Poder”.
La izquierda
de Mujica, Chávez, Maduro, Dilma, Correa, Bachelet…salidos del “cajón de sastre” de la burguesía y del
imperialismo tratan de cumplir con el cometido de propiciar el desarme
ideológico del proletariado y confundir a las masas para arrastrarlos a vivir
la ilusión burocrática, el constitucionalismo, la levedad de la democracia
burguesa y el electoralismo como supuesta herramienta de lucha.
Mujica, al
igual que la llamada Madre Teresa de Calcuta, no pasa de ser un fatuo
reformista que hace apología a la pobreza, o a la cantinflada de “pobre pero honrado”; consecuente con el viejo estado y todas las
condiciones objetivas y subjetivas que gestan la miseria en el seno del pueblo
y la opulencia en el seno de la gran burguesía y de grandes terratenientes.
No debemos
ni podemos dejarnos engañar con la patraña de andar en un viejo vehículo, de vivir en un barrio popular,
caminar con sandalias, o con poses de cordero reflexivo, no, para nada, esa
actitud responde a una visión del populismo enquistado en el seno del pueblo, o
con ese discurso conciliador, pacifista, que no es otra cosa que ideología
burguesa en filas del proletariado.
No importa
si Mujica fue prisionero de las dictaduras o si lo abalearon y persiguieron.
Ese es su pasado, eso no cuenta, está ahí, cuenta lo que es hoy, y en la
actualidad no es ni la tenue sombra de lo que quiso ser y aportar al pueblo en
los años de la dictadura militar en Uruguay. Es un reformista, populista de
nuevo cuño, y desde esas trincheras
básicamente sirve al imperialismo y a la reacción mientras conjura la verdadera
revolución dirigida por el proletariado y sus aliados.
Desenmascarar
a Mujica es desenmascarar a los traidores, a los capituladores, a oportunistas
y revisionistas.
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