La marcha nacional convocada por algunas organizaciones
sindicales, populares y campesinas para el 13 de agosto del año en curso ha culminado. Con
una última y muy particular movilización el día 27 de agosto se selló la
jornada de lucha matizada por una serie de manifestaciones, formas e
intensidades que en alguna medida le devuelven al pueblo y a las organizaciones
populares la iniciativa de lucha y una correlación de fuerza a favor en
relación a la capacidad de convocatoria y movilización que ha venido manejando
el gobierno represor.
Algunas de las particularidades que han tenido estas
movilizaciones han estado marcadas por los reiterados intentos de infiltración
política e ideológica de los sectores más reaccionarios del país, cuyos
dirigentes encabezados por el banquero Guillermo Lasso y el alcalde de
Guayaquil Jaime Nebot, permanentemente han tratado de direccionar el esfuerzo
movilizador del pueblo con claros objetivos electoreros.
Otro de los aspectos decidores de la marcha ha estado
marcado por la ambigüedad de los dirigentes sindicales y populares, quienes
también han tratado de aprovechar el creciente descontento popular para
realizar en el seno de la convocatoria y movilizaciones proselitismo cuyo
objetivo está centrado en las próximas elecciones previstas para el 2017.
No obstante estos hechos, está claro que el proyecto
corporativista del régimen de Correa se desmorona. Poco a poco las masas van
incrementando sus niveles de combatividad soslayando la línea oportunista
enquistada en su seno.
El régimen fascista ha insistido mediáticamente en que “las marchas se fueron de control y perdieron
legitimidad el momento que se tornaron violentas puesto que jamás debieron
perder su carácter pacífico”. Es decir, de manera ilusa aún considera la
posibilidad de aherrojar a las masas pensando que va a encontrar o confrontar
en las calles a pusilánimes campesinos y obreros marchando como corderos. Lo
sucedido en Imbabura, Pichincha, Cotopaxi y de manera particular en Saraguro,
provincia de Loja, denota que las masas enardecidas se mantuvieron firmes en sus
propósitos y sobre todo en los crecientes niveles de combatividad expuestos en
acciones violentas criticadas no solo por las autoridades del gobierno sino por
la misma dirección del movimiento popular que coluden en los esfuerzos por
bajar los niveles de lucha en el seno del pueblo.
Entre el 13 y 27
de agosto fueron capturados 132 manifestante en todo el país. De esos 35
en Saraguro, la mayoría del pueblo Kichwa-
Saraguro. En esta misma ciudad se presenta el de mayor efervescencia de lucha
por los niveles de conflictividad que se alcanzaron. Las masas enardecidas
confrontaron a más de 600 policías y militares entre quienes sufrieron muchos
contusos y con heridas de gravedad. Fuerzas populares de la comunidad retuvieron y tomaron
como prisioneros a autoridades del régimen corporativo así como también a un
miembro de la policía.
No diferente fueron los niveles de
beligerancia y lucha de las comunidades indígenas y pueblo enardecido en Macas,
donde policías y militares fueron combatidos con decisión y se vieron en la
necesidad de replegarse ante la avanzada y combatividad popular.
Bajo la consigna de ¡fuera Correa, fuera! y un programa
de reivindicaciones que van desde el archivo definitivo de las 16 enmiendas
constitucionales hasta reivindicaciones locales como: mayor atención estatal,
construcción de carreteras, la reapertura y no cierre de las escuelas de educación
intercultural bilingüe; los despojos de
las tierras y territorios que impulsaría el gobierno mediante la ley de
tierras, ley de aguas y ley de minerías; detener la "persecución política
y la judicialización" contra de los líderes populares marcaron el fundamento movilizador de masas que supieron
rebasar la dirección de sus organizaciones hoy en manos del oportunismo y del
revisionismo llegando inclusive a la utilización de violencia revolucionaria
cuyos puntos más álgidos se manifestaron con la retención de un policía en
Saraguro, la retención de 30 militares de la
Brigada de Caballería Blindada Galápagos en la comunidad de Ambatillo,
Ambato. Retenciones que propugnaban un “canje” de prisioneros y que en última
instancia fue traicionada por los dirigentes oportunistas que cedieron a la liberación
incondicional de los represivos en manos de los manifestantes.
De todas maneras estos hechos marcan hitos pues han
pasado muchos años desde que el movimiento popular, constreñido por las
dirigencias y la intención punitiva y
carcelaria del régimen ha dejado ver su disposición de retomar los fueros de
lucha radical en aras de la conquista de sus reivindicaciones y derechos.
Ante esta ofensiva popular, el régimen manifestó su decisión de endurecer la
represión a “los violentos” que tratan de desestabilizar al gobierno y hacerle
el juego a la derecha banquera”, argumento que de manera recurrente han
utilizado los dirigentes de Alianza País para deslegitimar la protesta popular.
Hoy, la efervescencia popular ha entrado en un relativo y
circunstancial repliegue. Aspectos como el desgaste al que ha sido sometida la
organización popular por parte de su dirigencia. La violenta y masificada
represión del gobierno a los manifestantes. La activación del volcán Cotopaxi,
la advenediza presencia del fenómeno del niño, la crisis y precipitación del
precio del petróleo han generado un ambiente político distractivo que tuvo un
muy peculiar epílogo en la marcha del 26 de agosto encabezada por la dirección
oportunista de la dirigencia de la Ecuarunari y de la Conaie (Carlos Pérez y
Jorge Herrera) quienes con brocha en mano, en actitud capituladora, oportunista
y sumisa se dedicaron a pintar las paredes de la ciudad de Quito para borrar
las pintas que oportunamente recogían las expresiones de lucha y rebeldía de los
manifestantes.
El balance sigue siendo positivo para el pueblo. Los niveles
de combatividad se han cualificado y cuantificado de mejor manera. La moral
alta. La renovación por desplazamiento y combate a las antiguas direcciones
oportunistas del movimiento sindical, popular, campesino e indígena es
importante. La consigna central de que solo con organización y lucha se conquistan
y defienden los derechos del pueblo cobra más fuerza.
De otro lado, del régimen fascista y del corporativismo reformista
se evidencia debilidad, poco a poco se ven rebasados por la creciente protesta
y movilización popular.
Nuevas jornadas de luchas se avecinan. De hecho, hay la
propuesta por organizar una nueva movilización que tenga el carácter ya no de
un paro popular, sino de una huelga nacional de organizaciones populares donde
con toda seguridad las masas remecerán las caducas estructuras del régimen y
del Estado; donde no tenga cabida la infiltración de actores políticos de la
burguesía compradora que permanentemente ha venido utilizando a dirigentes
corruptos para permeabilizar la lucha popular, y sobre todo, donde las
reivindicaciones, consignas y propósitos de lucha estén ajenos a la voracidad
electoral de la dirigencia del movimiento popular en general.
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