El Último Acuerdo en La Habana ABRAZO DE EXPROPIADORES Y MAS QUIMERAS PARA EL PUEBLO



Los representantes del Estado y los jefes de las FARC han pregonado que su contubernio en La Habana es gran esfuerzo humanitario de paz para el pueblo colombiano. Gran mentira denunciada por los comunistas revolucionarios, porque jamás podrá haber paz entre explotados y explotadores, ni entre oprimidos y opresores; porque el verdadero fondo de esta farsa es proseguir la legalización del despojo a los campesinos, desalojados a sangre y fuego en 30 años de guerra reaccionaria contra el pueblo. Como parte de la farsa, de hace días han comunicado acuerdos sobre “Reforma Rural Integrada”, “Apertura Democrática” y “Drogas ilícitas”, pero ninguno con el protocolo, bombo y despliegue periodístico que tuvo último Acuerdo sobre “Jurisdicción Especial para la Paz”: abrazo fraternal entre Santos y Timochenco, aplausos de imperialistas y capitalistas en general, bendiciones del Papa, tímidas repulsas de los paracos uribistas, cerrada ovación de los jefes reformistas y oportunistas…, y también expectativas e ilusiones en sectores de masas de las zonas de guerra por boca de sus jefes naturales, lo cual es apenas entendible por la terrible situación que les ha tocado en medio de las balas del Estado y sus paramilitares, de las guerrillas y de las bandas criminales. ¿Por qué este Acuerdo ha despertado tanta alharaca y alborozo entre los reaccionarios, reformistas y oportunistas? Porque es el verdadero triunfo de la paz de los ricos: asegurar el monopolio de las armas en manos del Estado, máquina de fuerza sostén de su poder económico, instrumento para mantener la explotación del pueblo. Que entre las clases dominantes hayan desacuerdos por el tipo de “castigo” acordado para los criminales de las FARC, es un problema sin importancia, pues todos aceptan el fondo económico del Acuerdo: legalizar el botín de guerra de las FARC y premiar su sometimiento a la dictadura de los capitalistas. Además porque el último Acuerdo incluye también el perdón para los criminales del Estado. Que los jefes reformistas y oportunistas saluden esa forma “transicional” de la justicia burguesa, es apenas demostración de su alma podrida defensora del poder de los capitalistas cuya justicia también tiene carácter de clase: de hierro para el pueblo y blanda para los ricos. ¿Cómo pueden los despojadores de los falsos positivos ser jueces de sus compinches en el despojo? Que los jefes de las FARC acepten “la dejación de armas”, o sea, las depongan y se sometan al poder del Estado reaccionario en calidad de guerrilleros arrepentidos, no es extraño en los jefes de una guerrilla que desde hace décadas abandonó los objetivos revolucionarios de esas armas para continuar usándolas en los propósitos de una guerra reaccionaria. Ese es apenas el empaque del verdadero veneno: el compromiso de los jefes reformistas y oportunistas con los enemigos del pueblo, para el sucio trabajo de sembrar en la conciencia de los trabajadores la falsa ilusión de resolver sus graves problemas por la vía pacífica, sin recurrir a la violencia, sin alzarse en armas contra sus opresores, lo cual es una falacia porque la lucha de clases no es invento de comunistas, sino la inexorable consecuencia de que unos cuantos vivan sin trabajar a cuenta del trabajo ajeno. Es muy justo el anhelo de paz de las masas que han sido y siguen desangradas en la guerra contra el pueblo, cuyo fondo es la disputa económica de una ganancia extraordinaria en la explotación capitalista de tierras ricas en minerales y petróleo, aptas para el cultivo de coca, amapola, palma africana…, una guerra que no cesará por el abrazo entre Santos y Timochenco, como no cesó con la farsa uribista en Ralito. Es muy justo el anhelo de paz de las masas obreras y populares víctimas de la desaparición forzada, de los asesinatos selectivos, de la brutalidad policial por el solo hecho de reclamar sus elementales derechos. Justo anhelo de paz de las masas que la experiencia histórica de la lucha de clases ha demostrado solo es posible lograrlo, si se suprimen las causas profundas de las guerras reaccionarias cuales son: el poder político y económico de los explotadores. Y el Acuerdo proclamado por los amigos de la paz habanera, no se propone suprimir esas causas, sino reforzarlas, porque la conciliación de clases y la lucha pacífica, siempre e inevitablemente conducen al sojuzgamiento y humillación de los pobres desarmados por los ricos armados con el poder estatal. Para lograr el justo anhelo de paz de las masas, es obligado derrocar el poder de los enemigos del pueblo, y no hay otra forma que con el alzamiento en armas de ese mismo pueblo sufrido y aguantador, pero que cuando se decide y lucha bien dirigido, echa a tierra dinastías milenarias como las de Rusia y China en el siglo XX, hace morder el polvo de la derrota a bestias imperialistas armadas hasta los dientes como les tocó a los yanquis en Viet-nam, Laos y Camboya. No se trata de continuar esta misma guerra sanguinaria, sino de organizar una guerra completamente diferente, una guerra popular de obreros y campesinos como la libran hoy las masas trabajadoras en la India, dirigida por el Partido político del proletariado, destinada a destruir el Estado reaccionario y construir un nuevo Estado de Dictadura de los Obreros y Campesinos, cuyo poder expropie a los expropiadores y suprima toda forma de explotación del hombre por el hombre. Solo así, barriendo para siempre las causas económicas de todas las guerras, podrá existir una verdadera paz para el pueblo. Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)


*Tomado de Revolución Obrera RO-439

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