VASALLAJE, DIEZMO Y SERVIDUMBRE EN EL ECUADOR


El diezmo, a pesar de haber sido creado hace aproximadamente 24 siglos, en el Ecuador aún tiene vigencia y es practicado en la mayoría de los estamentos productivos.

Hasta mediados del siglo pasado, tanto la iglesia como los terratenientes manejaban la figura del diezmo de manera abierta, legal y alevosa para apropiarse del trabajo del campesinado pobre. De cada diez guachos (surcos de tierra) uno iba para la iglesia; de cada diez sacos de papas cosechadas, uno era para el cura. Posteriormente se le incorporó a la autoridad local como beneficiario del diezmo. Esta figura se la veía como una manera de retribuir lo que el Estado había invertido en el campesinado, esto es, la construcción de escuelas, iglesia, vías de comunicación, etc.

Siglo XXI, hace pocos días en la Asamblea nacional (descubrían el agua tibia) se daba cuenta públicamente de la existencia de esta aberración: el diezmo. Un asambleísta contrata a su personal de apoyo, y por haberlo hecho, el empleado debe entregar obligatoriamente al asambleísta parte de su mensualidad como una “aportación personal”. Es más, el trabajador debía pagar las compras, combustibles y otros del patrono como forma de retribución por haberlo incorporado a su plantilla.

Desde luego, la crisis económica, la alta tasa de desempleo y subempleo; la seria dificultad de poder conseguir trabajo, estabilidad, etc., empuja a que los trabajadores acepten, de manera sumisa y servil, este tipo de relaciones laborales.

De todas formas, los asambleístas y los medios de prensa han pretendido hacernos ver que se trata de un hecho aislado. ¡En absoluto! En la misma Asamblea, el cobro de diezmos ha estado presente siempre, y no hay asambleísta que no haya reproducido esta forma de explotación a sus trabajadores.
Pero éste no es un problema que se presenta sólo en la Asamblea, está instituido en todos los estamentos sociales, es parte o estructura vertebral del carácter semifeudal de nuestra sociedad.

En el sector de la construcción trabajan aproximadamente 800.000 obreros de la construcción. Muchos de ellos se dedican a tiempo completo a esta actividad, otros, trabajan de manera cíclica, de acuerdo a las épocas de siembra o cosecha en el campo.

Sin temor a la duda, el 90% de los obreros son contratados por intermediarios (maestros mayores), quienes se encargan de llevarlos a las construcciones no antes llegar a un acuerdo plenamente institucionalizado. El “maestro mayor” se retiene una parte del salario del obrero como cuota por haberlo contratado, y obviamente, el maestro mayor o contratista, le otorga al obrero cierta protección y garantía de que va a seguir trabajando ahí o en cualquier lugar dónde él pueda colocarlo. Ahí operan otras formas o instituciones propias de la feudalidad más abyecta, el VASALLAJE Y LA SERVIDUMBRE.

Hoy al diezmo en el Ecuador se la conoce como el “recorte”.

Este fenómeno también se presenta en otros sectores, por ejemplo, el de la guardianía, que compromete a cerca de 300 mil guaridas o trabajadores. Pasa exactamente lo mismo. El intermediario o contratista por conseguir al trabajador un puesto en una empresa de guardianía con salarios de miseria (el básico) y jornadas ´promedio de 16 horas diarias, le cobra mensualmente un impuesto o porcentaje so pretexto de garantizar su continuidad en la empresa. Basta decir que la mayoría de estos “personajes”, intermediarios o contratistas son militares y policías en servicio activo o pasivo.

En el campo existen aproximadamente dos millones de campesinos pobres. Éstos trabajan eventualmente en sus precarias propiedades, el resto de tiempo lo hacen en otras medianas o grandes propiedades agrícolas. La figura es la misma, el contratista tiene una red de corrupción y explotación que inclusive llega a los mismos dueños de la tierra. Para poder sostenerse en esos trabajos los campesinos entregan parte del jornal o del salario. La mayoría de campesinos pobres son contratados bajo la figura de “el diario”, y entregan parte de su ganancia. Por ejemplo, un campesino gana 10 dólares al día, de esa paga entrega 2 dólares al intermediario- Esta es una forma de asegurarse de que éste lo vuelva a contratar. Obviamente, el campesino para poder estar bajo cobertura de su empleador, realiza adicionalmente otro tipo de actividades ajenas a las que fue contratado. La servidumbre, el diezmo, el vasallaje convergen de la manera más cruel y miserable.

En la industria agrícola, grandes latifundios de palma africana, banano y otros, los intermediarios fijan el salario con el trabajador; de esta paga hacen un “recorte” que se reparten entre la cadena administrativa de la empresa. Hay casos en los que el “recorte” retorna al terrateniente a través del intermediario o contratista que se queda con un porcentaje de lo recaudado por cumplir, además, funciones de “cobrador”.

Se han dado casos citados en los medios de prensa en los que se denuncia, como si fuese nada, que personas que entran a trabajar a la policía o las FFAA, se comprometen mensualmente a entregar un porcentaje de su sueldo a quienes les facilitaron las condiciones para ingresar a esas instituciones. Desde luego, esos individuos son miembros de la policía y las FFAA. De hecho, esta figura se muestra también en los pagos que hacen los miembros de tropa para el cambio de plazas de trabajo, ingresos o ascensos. Un ex general comandante de policía, general Fausto Tamayo, en la actualidad cumple una pena por este tipo de aberraciones.

Podríamos decir que el diezmo o “recorte” obligatorio opera en todos los sectores de la economía. En el sector público este impuesto también se muestra con ciertos eufemismos: apoyo al partido, a la organización; aseguramiento del puesto de trabajo, etc.; pero a la final, no dejan de ser sino eso, una expresión feudal que pervive encarnadamente en las relaciones de producción en el país.

Estas formas de explotación son manejadas con tanta naturalidad y que de paso, ha anclado en el hábito de las relaciones laborales entre las masas, entre las masas y los dueños de medios de producción: empresarios/terratenientes, que ha cobrado cierta suerte de normosis; es decir, es común, y hasta “normal” que esto se presente, obviamente, en una sociedad como la nuestra donde los vicios semifeudales se pasean entre los cuchitriles de la institucionalidad burocrática, no se diga en ese otro contexto donde obreros y masas campesinas son explotadas de la forma más ominosa o rastrera  que se pueda imaginar.

Eliminar estas relaciones semifeudales no será posible dentro del régimen “democrático” del viejo Estado burgués-terrateniente. Sin una revolución democrática de nuevo tipo es imposible que las masas puedan eliminar todas estas añejas y otras evolucionadas formas de explotación.

¡EL CARÁCTER SEMIFEUDAL DE NUESTRA SOCIEDAD SE EVIDENCIA EN TODOS SUS PLANOS!

¡LA REVOLUCIÓN DE NUEVA DEMOCRACIA, UNA NECESIDAD INAPELABLE E IMPOSTERGABLE!

Comentarios

  1. Extraordinario escrito y cabal denuncia glorifica a verdaderos revolucionarios comprometidos con la causa de los explotados y oprimidos, este escrito me llevó a releer : ¨LA CRUEL SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA´ ¨. Engels.

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