Más que una guerra en contra del
coronavirus, el régimen ha desatado una guerra en contra de los pobres, de
aquellos que si no venden y ganan el diario, no tienen que comer.
Militares, policías y municipales
arremeten en los mercados en contra de los vendedores. Les destruyen sus
casetas, sus puestos de venta; les decomisan los productos. Obviamente, la
reacción de las masas es la protesta, sin embargo más puede la brutalidad represiva
y muchos de ellos son llevados presos a las cárceles de la ciudad.
Cierto es, es importante mantener
la cuarentena, pero no basta ordenar, ¡hay toque de queda y debe hacerse
cuarentena!, el problema es que no se les presenta a los vendedores ambulantes
o a los vendedores de los mercados de la ciudad (aproximadamente 50 centros de
expendio popular) una alternativa que solucione problemas tan elementales como
la alimentación diaria.
Desde luego, la pequeña, mediana
y gran burguesía, desde sus casas exigen más mano dura de la represión para
controlar a los informales y mercados que “no acatan la prohibición de
circular”. Es fácil hablar con la alacena llena, sin la desesperación de ver a
ancianos, mujeres embarazadas y niños sin tener nada que comer. Es fácil decir
hay que quedarse en las casas, cuando cientos de miles de guayaquileños y de
otras ciudades de la costa, viven en tugurios, en casas de caña con techos de
zinc, sin agua potable, sin alcantarillado, en áreas reducidas de no más de 30
metros cuadrados donde viven por encima de los 5 miembros de la familia, sin
alimentos porque no hay ingresos diarios; resulta humanamente imposible estar
en esas condiciones encerrados.
A la final, habría que
preguntarse ¿qué puede comer hoy en día un vendedor de cigarrillos, helados,
refrescos, frutas, muy comunes en las esquinas?; aquellos que prestan servicios
de carga, costura, en fin, y otros más a quienes la afección del virus viene,
además del problema de salud, con problemas de índole económico, social, legal.
Estar en las calles no es un problema de inconciencia
o falta de solidaridad con un esfuerzo de atacar la pandemia que se entiende
ser colectivo; es sencillamente una forma de poder alimentar a la familia
porque la venta informal es el único recurso de vida.
Les pedimos y forzamos
solidaridad, sin embargo ni el resto de la sociedad y mucho menos el gobierno
es solidario con estos grupos humanos.
Los invisibles
Hay otros segmentos de la
población que están siendo duramente golpeados. En el país existen
aproximadamente 200 mil guardias de seguridad. La mayoría aupados en empresas manejadas
por militares y policías en servicio activo y pasivo. Obvio, estos energúmenos
exigen que los guardias asistan a sus puestos de trabajo de cualquier manera;
al no existir transporte, los guardias lo deben hacer caminando, muchos de
ellos rompiendo el toque de queda para poder llegar a sus relevos. Ya en sus
puestos de trabajo el drama se reproduce en medio de las posibilidades el
contagio, jornadas laborales extensas, sin alimentación, y condiciones precarias
de trabajo.
Qué decir de las trabajadoras
sexuales, de las prostitutas, de aquellas que venden su cuerpo, sobre todo en
los barrios populares, mujeres discriminadas, marginadas; las desechables de
una sociedad indolente. Aquellas trabajadoras sexuales que por estigma no
pueden trabajar en otros segmentos de la economía.
Pago de deuda externa
En este contexto que deviene de
salud en represión, una vez más la inoperancia del régimen se hace presente.
Martínez, ministro de economía
acaba de anunciar el pago de capital de los bonos 2020 por 325 millones de
dólares; los 215 millones de dólares por intereses de bonos vencidos serán
pagados en las próximas semanas so pretexto de que cumpliendo con estas
“responsabilidades “recibirán 2000 millones de otras fuentes. Es decir,
objetivamente no se recibirán los 2 mil millones sino 1460 si descontamos los
pagos anteriores. El régimen, además de represor, entreguista y miserables, es
mentiroso.
Pero el tema, más allá de los
números que expone el gobierno pasa porque NO SE DEBE PAGAR LA DEUDA EXTERNA,
NI INTERESES, NI CAPITAL, porque resulta inhumano, incoherente e indigno
hacerlo, menos en estas condiciones.
A esta medida se debe impedir que
el CNE entregue los 145 millones de dólares a los partidos para la campaña
electoral. Veamos si el oportunismo y revisionismo de los partidos electoreros
apoya esta medida.
Hay que detener la ofensiva del
gobierno y de sus aparatos represivos contra el pueblo; la guerra es contra el
coronavirus; pero también contra la inoperancia estatal, gubernamental, que
priorizan gastos o pagos de la deuda externa y otros en vez de atender las
demandas que tiene el sistema de salud pública y aquellos sectores que no
pueden ser encarcelados en sus vivienda sin tener opción de acceder a servicios
y, a alimentación.
¡NI PERDÓN NI OLVIDO
A ESTE RÉGIMEN HAMBREADOR, ENTREGUISTA, REPRESIVO Y
MISERABLE!
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