Hace pocos días recibimos
una crítica por parte de uno de nuestros lectores quienes manifestaba que no
estaba de acuerdo que permanentemente utilicemos adjetivos calificativos para
referirnos a ciertos actores del a vida pública en el país, mucho menos, que
emitamos insultos grotescos porque no es propio de los comunistas este tipo de
pronunciamientos.
Siempre agradecemos la
crítica, sin embargo nuestros pronunciamientos no pretenden convertirse en
vanidosos ejercicios académicos; mucho menos, emitir posiciones, noticias y
comentarios sin que imprimamos nuestro más profundo odio de clase a todo lo que
represente imperialismo; gran burguesía, grandes terratenientes, revisionismo y
oportunismo. Por el contrario, este estilo de emitir comunicados pretende
asumir correcta posición de clase desde uno de los elementos que también potencian
las condiciones en las que confrontamos a la reacción: odio de clase.
Cynthia
Viteri, alcaldesa de Guayaquil; representante de la burguesía compradora en el escenario
político de la vieja democracia burgués-terrateniente, hace pocas semanas
emitió un video donde manifestaba que “es una irresponsabilidad enfermarse del
coronavirus e irse a meter en las casas donde se va a contagiar a la familia y
a la vecindad. Lo correcto es ir a un hospital…”. No pasaron muchos días para que
ordene bloquear la pista del aeropuerto internacional de Guayaquil y evitar que
dos aviones de líneas aéreas extranjeras aterricen sin pasajeros para repatriar
a sus ciudadanos. Su medida fue duramente criticada, no sólo en el país sino
por distintos organismos internacionales por considerar que atentaba los más
elementales criterios sobre ayuda humanitaria.
Para “tapar” su estupidez, publicó otro video
en el que comunicaba al país que estaba infectada del coronavirus y que
valientemente dirigirá la alcaldía desde su vivienda.
Pero
su telenovela de mentiras y desaciertos no termina ahí. Consecutivamente vuelve
a colgar un video manifestando que ella se ha curado del coronavirus con un
remedio casero que descubrió en su cuarentena obligada. Y como si nada, en una
sola semana ya salió a dar declaraciones
sin coronavirus pero sí con los arrestos suficientes para ordenar a la
policía municipal, militares y policías
nacionales a que garroteen al pueblo; a que lo humillen y lo repriman para que
se queden encerrados en sus viviendas. No sólo eso, sino se refería a la necesidad
de construir una fosa común para los cadáver que no son atendidos por el
régimen.
Obviamente,
esta cortesana no entiende que las masas no pueden estar recluidas en sus viviendas,
con temperaturas sobre los 32 grados; sin agua, energía eléctrica, pero sobre
todo sin alimentos porque es gente que trabaja al día.
Vendedores
de lotería, lustrabotas, informales de las calles; gente del mercado, prostitutas,
heladeros, en fin, un sinnúmero de gente que vive en medio de la informalidad y
que requiere vender al día para poder alimentarse.
Por
otro lado, Diana Salazar, fiscal general de la nación, se ha convertido, desde
que asumió la responsabilidad de la fiscalía; en la punta de lanza para
perseguir y encarcelar a los luchadores populares; a las masas que
oportunamente han combatido al régimen represivo, hambreador y entreguista de
Moreno.
Líderes
sindicales, populares, campesinos, indígenas han sido detenidos para ser judicializados
por orden de esta mesalina defensora del aparataje legal del viejo estado
capitalista burocrático.
Hoy
militares, policía y municipales agreden al pueblo. Lo humillan; lo violentan
ante la mirada compasiva de esta mujer que devino de los movimientos “inclusivos”
que consideran que por ser afro descendiente iba a responder los intereses del
pueblo, de las masas.
La
otra meretriz de este gran burdel es María Paula Romo.
Ex
izquierdista, fundadora de ruptura 25; hoy, ministra del interior.
En
buena hora, aunque no es suficiente, fue vapuleada por un periodista de la
cadena gringa CNN. Persiste en subestimar las masas. Es la misma que planificó
y ordenó la violenta represión en octubre del año pasado; la responsable de la
muerte de más de 12 hijos del pueblo en manos de las desaforadas fuerzas del
viejo Estado. La que persigue con sus huestes a dirigentes populares, campesinos
y sindicales. La misma que justifica la violencia de policías y militares en
contra de personas que no se atienen a la cuarentena.
Hace
pocos días la burguesía guayaquileña organizó fiestas, matrimonios. Obviamente,
no fueron reprimidos, no se los tomó presos, no se les acostó en el piso y les
dio con un garrote en los glúteos o en la espalda. Tampoco les cortaron
forzosamente el cabello; no fueron pateados, golpeados y después capturados
para ser llevados a la cárcel como permanentemente lo hacen con las masas. Desde luego, tampoco critica o sanciona a los militares y
policía represores que cotidianamente violentan al pueblo, sino que los
justifica, además, espolea su acción para “hacer entender a la ciudadanía que
debe quedarse en las casas”.
Los
enemigos del pueblo, militares, policías, municipales no esperan oportunidad
para lanzarse a la humillación, a la agresión violenta, a la represión. No
pierden su carácter de clase en ninguna
circunstancia.
Y
la ramera mayor; la que desprecia al pueblo desde sus noticieros, la que sirve
al imperialismo y a los sectores más recalcitrantemente reaccionarios del país,
Janet Hinostroza.
Una
vez más abre su hocico lleno de odio, de desprecio, de rabia y vomita sus
diatribas.
Manifiesta
que el pueblo guayaquileño lo único que hace es quejarse de la situación por la
que atraviesa la provincia del Guayas por efecto del coronavirus.
No,
ramera, las masas en Guayaquil son el producto de más de 20 años de gobierno
municipal de Nebot, de su “modelo exitoso” que no ha hecho nada por los guasmos,
por las barriadas pobres; por el sistema de salud municipal del cual también
tiene competencia.
No,
ramera; la mayor concentración de pobreza del país se concentra entre el
campesinado pobre y entre la informalidad, sobre todo en la provincia del
Guayas.
Con
odio y sin el más elemental criterio de solidaridad con los trabajadores, con
los que construyen la riqueza del país de la cual es una de las beneficiadas,
les pide más esfuerzo, que “sean propositivos” y dejen de quejarse.
Fácil
hablar desde su posición.
Un
denominador común de estas cortesanas de la jauría burgués-terrateniente es que
le endosan a las masas la responsabilidad de la propagación del coronavirus
soslayando, en todo sentido, la incapacidad del régimen por atender la
emergencia; sin cuestionar que se priorice el pago de la deuda a inyectar
recursos a un sistema de salud anémico, incapaz de responder a la crisis y
sobre todo atender a los requerimientos de las masas que son las que tienen que
convivir días, hasta semanas con sus muertos en sus hogares.
No
puede, no debe haber ni perdón ni olvido para estas mujerzuelas, defensoras de
la dictadura de grandes burgueses y grandes terratenientes.
¡NI PERDÓN NI OLVIDO!
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