Pasó en el Perú, con las llamadas mesnadas, grupos de paramilitares
armados por el gobierno y cuyos componentes eran básicamente campesinos pobres,
de hecho, miembros de nacionalidades indígenas como son el caso de los Ashaninkas.
La estrategia en alguna medida dio sus resultados, pues impulsó a que
los guerrilleros tarde o temprano choquen o golpeen a estos grupos al servicio
del viejo estado y les causen bajas, aspecto aprovechado por los medios de
prensa burgueses quienes se apuraron a señalar que la guerrilla “de sendero”
asesinaba “humildes campesinos”, cuando en verdad se daba de baja a elementos
armados vinculados informalmente al aparato militar del viejo Estado
En Honduras, El Salvador, Nicaragua, Colombia se aplicó la misma
estrategia. Quizá en Colombia fue algo más definida con los grupos
paramilitares que tienen sus orígenes con los Chulavitas (1940-1950) y devinieron
en las Autodefensas de Córdova y Urbá; Magdalena Medio, Bloque Central Bolívar,
las AUC y otras, quienes en muchos lugares del país derrotaron militarmente a
la guerrilla, tal es el caso del EPL que fue prácticamente aniquilada y
asimilada por las AUC.
Hoy, la estrategia de combate a la guerrilla (por dar una definición
genérica para este ejercicio) sigue siendo “contraponer masas contra masas”,
pero con una variante, se utiliza como punta de lanza a grupos de sicarios para
que “ablanden” el escenario en conflicto realizando asesinatos masivos o
selectivos induciendo a las masas a que tomen partido por cualquiera de los
grupos y que generalmente resultan ser los más violentos, más sangrientos.
Los últimos y magros sucesos que se vienen dando en Colombia donde
diariamente sicarios de distinto cuño comenten masacres o asesinan públicamente
a dirigentes indígenas o campesinos.
La bancarrota de las FARC evidenciada, además, en mal llamado
proceso de paz, no podía tener otro corolario que la muerte de muchos de sus
militantes, cuadros y combatientes de base, quienes hasta de manera ingenua se
reincorporaron a la vida “legal” del país. ¿Las consecuencias?, guerrilleros en
condiciones de indefensión y vulnerabilidad que fueron fácil presa para los
grupos paramilitares, y no pocos se
vieron obligados a retomar las armas, no con el propósito de la lucha por el
Poder, sino como elemento de presión al viejo estado para que les dé mejores y
mayores garantías de reinserción, en otros casos, para recuperar tierras y
espacios de movilidad política para sostener una guerrilla viciada y que jamás
tuvo un norte revolucionario objetivo, claro y coherente con los propósitos de
la clase y del pueblo.
Este profundo resquebrajamiento del “proceso de paz” en Colombia, ha
llevado a que el retorno de los guerrilleros al campo devenga en una nueva,
cruenta y más abyecta guerra entre los grupos disidentes de las FARC; el ELN,
remanentes del EPL, paramilitares, narcos y militares, es decir, un verdadero
pandemónium cuyo único y último objetivo tiene que ver con la renta feudal de
la tierra.
El problema de la tierra en Colombia es superlativo, es centro, es
eje; la lucha por ella y su uso determina el centro de gravedad de un conflicto
en armas que ya lleva 60 años.
Más del 70% de los predios ocupan el 2% del territorio nacional y
tienen menos de 5 hectáreas; por el contrario, el 2% de los predios ocupan el
73% del territorio, calculado de más de 1000 hectáreas. Es decir, la mayor
cantidad de tierras está en posesión de muy pocas manos; aspecto que evidencia
una alta concentración de tierras en manos de los grandes terratenientes.
Más de un millón de campesinos tienen tierras por debajo de unas 1,5
hectáreas. Otro dato importante es que durante el conflicto interno, 10
millones de hectáreas fueron despojadas de sus propietarios (pequeños y
medianos campesinos) por parte de los actores del conflicto interno, esto es, militares,
guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes, todos con dos objetivos en
concreto; el más importante en términos cuantitativos: poner a trabajar estas
tierras al servicio del narcotráfico; ¿los trabajadores?, campesinos pobres que
fueron sometidos a la producción de hoja de coca, raspachines, laboratorios,
seguridad y comercialización de droga,
etc., bajo una forzada figura que estableció relaciones de producción
esclavistas, feudales y semifeudales.
Decenas de miles de indígenas de los resguardos del Cauca o de la
población AWA en Nariño, son esclavos en sus propios territorios; es decir, si quieren
seguir viviendo en sus tierras tienen que producir obligatoriamente hoja de
coca para los carteles de la droga, obviamente, producen productos para el
consumo, el mercado local, pero también y sobre todo, la hoja para los
“patrones”.
Otros son desplazados y sus tierras pasan a ser ocupadas por “otros
campesinos” que se prestan a habitar y trabajar esas tierras ya sea para
sostener la producción de la hoja de coca como para convertirlos en forzadas “bases
de apoyo”, ya sea a guerrilleros como a paramilitares que en muchos de los
casos terminan desangrándose en combates no obstante tener patrones similares
cuyos nexos los colocan con los carteles de la droga, esencialmente de México.
El otro escenario no diferente es el de la minería ilegal. Otra
fuente de financiamiento para unos y otros; actividad que tiene las mismas características,
campesinos convertidos en mineros artesanales bajo coerción armada, bajo la
figura de un contrato forzado del que se benefician con un salario que, al
igual a los campesinos que siembran hoja de coca, siempre resulta más
“atractivo” que la renta que le sacan a la siembra y comercialización de productos
tradicionales.
Es decir, los campesinos son obligados a trabajar su tierra o la de
otro bajo condiciones serviles; una parte de la producción es para su consumo,
la restante (la mayoría) es entregada a sus verdugos a cambio de no ser
expulsado o de que pueda vivir “protegido”.
Hay escenarios en los que guerrilleros o combatientes paramilitares
son inducidos a trabajar gratuitamente en los sembríos de coca o en los
laboratorios como parte de las actividades suplementarias a su condición de
“combatiente”; es decir sus mandos, patrones y demás, se aprovechan de su
fuerza de trabajo a cambio de nada, quizá de mantenerse con vida o con una
militancia que no tiene un objetivo claro.
En este contexto, todo aquel campesino, líder, dirigente indígena o
de cualquier organización campesina que promueva o se niegue al desarraigo, automáticamente
se convierte en objetivo militar y pasa a ser parte de la estadística de
muertos, es más, no son asesinados individualmente, sino con sus familias y
colaboradores, tiñendo más aun el agro colombiano con sangre de aquellos que
luchan por la tierra pero que aún no cuentan, o encuentran la línea ideológica
correcta que los lleve a emprender con una revolución agraria que de por
término toda forma o expresión de explotación, opresión y violencia, venga de
donde venga.
Y las FFAA de Colombia, particularmente su ejército, no está por
fuera de esta tramoya, de esta danza de la sangre, ya que por muchas ocasiones
oficiales de alto rango disponen de la ropa para realizar operativos militares
que favorezcan a tal o cual terrateniente, capo de la droga o cualquier
político que busca posicionarse electoralmente.
El camino de la revolución en Colombia no es diferente al que
tenemos que transitar en el Ecuador, el de la revolución agraria, de campesinos,
pero bajo guía ideológica del proletariado, aspecto fundamental que no permitirá
lo que hoy sucede con las llamadas guerrillas que operan en Colombia, pero que
sobre todo, garantizará el norte y carácter de dicho proceso revolucionario
rumbo al socialismo.
¡VIVA LA LUCHA
POR LA TIERRA!
¡POR LA
REVOLUCIÓN DE NUEVA DEMOCRACIA EN COLOMBIA, RECONSTITUIR EL PARTIDO COMUNISTA
EN COLOMBIA!
Extraordinario balance de la realidad colombiana dejando claro las condiciones optimas de un cambio social radical. Pero los hechos no hay de donde arrancar hay que construir por la constitución del Partido Comunista MLM principalmente maoísta Pensamiento Gonzalo. Las fuerzas “nuevas” no pasan de repetir lo mismo haciendo caso omiso y desprecio por lo nuevo en el desarrollo de la ciencia del MLM Pensamiento Gonzalo. El sectarismo mesiánico de estos nuevos interpretadores de la realidad colombiana no se atreven a apoyarse en la ciencia del Pensamiento Gonzalo ya ahí van repitiendo más de lo mismo.
ResponderEliminarEl balance que hace FDLP-EC. ES EXTRAORDINARIO, materialista-científico y ojalá los auténticos maoístas Pensamiento Gonzalo en Colombia sur-América tengan en cuenta estos aportes de estos camaradas.