El 1 de mayo nos
dirigimos a los trabajadores asalariados, campesinos pobres y demás masas
explotadas y oprimidas del país y el mundo reafirmando nuestro compromiso de
luchar incansablemente por la emancipación del proletariado y demás clases
explotadas.
La
humanidad vive una profunda crisis sanitaria, pero más allá de eso, la Pandemia
ha desnudado las verdaderas debilidades y bancarrota que vive el imperialismo y
el capitalismo en todas sus expresiones, incapaces de solucionar los problemas
que aquejan a las grandes mayorías.
La
alevosía del imperialismo, yanqui, fundamentalmente, ha determinado que las
condiciones de vida en nuestros países, y en particular en el Ecuador, expresen
gravísimos niveles de pauperización. De igual forma, las contradicciones
interimperialistas han hecho del planeta un territorio en disputa que tarde o
temprano devendrá en una guerra mundial y que en alguna medida dirimirá esas
contradicciones hoy exacerbadas al máximo, sobre todo en Asia y Latinoamérica.
Es tanta
la alevosía, desfachatez y miseria del imperialismo (de toda laya) que han
utilizado la pandemia para justificar su intromisión; carrera armamentística;
sometimiento de pueblos, e inclusive, hacer de la vacuna en contra del Covid-19,
una herramienta o arma política para consolidar posiciones en los países del
segundo y tercer mundo.
En todos
los continentes las masas se expresan con huelgas, paros, movilizaciones y
guerras populares, es decir, hay una condición revolucionaria en ascenso y,
dependerá de la correcta dirección ideológica y política que tenga esa masiva
brega para que toda esta ofensiva popular pueda materializarse en Poder; Poder
para el proletariado y su aliado estratégico, el campesinado pobre, para beneficio
de todas las clases y pueblos explotados y oprimidos del mundo.
La crisis
del imperialismo también toma forma en nuestro país; es más, vivimos el
descalabro estructural y político más complejo de la historia reciente.
Está por culminar
el régimen más entreguista, mentiroso, represivo e incapaz de los últimos 40
años.
No solo
que ha profundizado más nuestra condición de semicolonia endosando con más
bríos el país al FMI, a las grandes empresas mineras; entregando la Base aérea de
Galápagos a los EEUU, incrementar la deuda externa que se convierte en un
eslabón más de nuestro encadenamiento al imperialismo, sino que, aliado a los
sectores más retardatarios del país, ha sumido a la clase trabajadora y a los campesinos
pobres a una miseria abyecta e insuperable.
Cuatro de
cada diez ecuatorianos vive en la pobreza absoluta. Los niveles de desempleo y
subempleo están en el orden de 74 %. El precio de la canasta está cerca de los
900 dólares. La violencia en las calles se ha disparado a niveles nunca antes conocidos.
Miles de
ecuatorianos mueren en las afueras de los hospitales; otros, en las calles o en
sus hogares. La vacunación contra el virus ha sido un fracaso contundente y
criminal. La indolencia del gobierno ha devenido en un crimen de lesa
humanidad.
Igualmente,
los niveles de corrupción no tienen parangón alguno. Se ha delinquido en todas
las esferas del aparato burocrático del estado, inclusive, en temas tan
sensibles como la compra de pruebas para el Covid; vacunas, implementos y medicamentos
en general requeridos para atender la emergencia sanitaria.
No
hartos, el régimen eliminó paulatinamente los subsidios a los precios de los
combustibles generando un proceso inflacionario que agrede directamente a la
economía popular. Alza de pasajes, transporte de productos; mientras tanto, los
llamados incentivos (subsidios al gas, diésel, gasolina, energía eléctrica,
agua) a los grandes productores se mantienen.
La pandemia
pudo evidenciar de mejor forma la verdadera faz y entraña del capitalismo
burocrático. El viejo Estado burocrático-terrateniente está podrido,
descompuesto, las clases dominantes se esmeran por ponerlo en reflote, pero no
pueden, el manejo del escenario se les va de la mano y ha terminado por sumir a
las grandes mayorías a la miseria, hambre, desesperación y muerte.
Hace
algunos días, la Asamblea Nacional, aprobó la Ley de defensa de la dolarización,
emprendiendo, de esta manera, con un proceso de privatización del Banco
Central. Esta ley abre las puertas a que la reserva monetaria pueda ser
utilizada una vez más por la empresa privada, como sucedió en el salvataje
bancario o, entrega a la banca la potestad de fijar las tasas de interés
activas y pasivas. Es decir, le dieron al lobo la responsabilidad de cuidar las
ovejas.
Con esta
ley, grandes empresarios, comerciantes y grandes terratenientes podrán
maquillar sus balances y evadir el pago de impuestos. No habrá requerimientos
que justifiquen la inyección de portentosos capitales a la economía; es la
oportunidad de oro que esperaban los mafiosos ligados a la gran burguesía y a
los grandes terratenientes para lavar sus activos. Quienes quieran seguir
sacando los capitales al extranjero podrán hacerlo con más facilidad.
Se crean
impuestos para aplicaciones, telefonía. Vuelve el impuesto verde. Las
decisiones sobre la economía en el país la tomarán el sector privado. Se
eliminarán las cooperativas de ahorro y crédito; esos recursos deben mudar a la
banca. Esto es como obvio, de todas formas el régimen venidero es de banqueros
ligados a los grandes terratenientes.
En cuanto
a las utilidades para las trasnacionales que explotan petróleo no se manejará
una política de beneficio o utilidad porcentual para estas empresas, por el
contrario, si el precio del petróleo baja, las empresas seguirán recibiendo su
utilidad por barril así tenga el estado que subvencionar este pago. El país
pierde, las trasnacionales, ¡jamás!
De igual
manera como no debemos otorgar perdón ni olvido a quienes han masacrado al
pueblo, a quienes nos han empujado a un abismo insalvable, tampoco debemos
olvidar que la ley de defensa de la dolarización fue aprobada con votos de
asambleístas militantes de Pachakutik.
La Ley
Humanitaria es el caballo de Troya que cabalgan los empresarios para que la
crisis recaiga con más peso sobre los hombros de los trabajadores asalariados.
Se viene una mayor precarización del trabajo. La superexplotación por parte del
estado y de los privados arrecia con más fuerza y apatía.
En el ámbito
político también vivimos una remoción importante. Las elecciones no dejaron
nada nuevo ni bueno para el futuro del país; mucho menos para las grandes mayorías.
Ninguno
de los dos candidatos que fueron al balotaje tenía un programa de gobierno que
se ajuste, elementalmente, con el requerimiento de los trabajadores.
Ganó
Lasso, y circunstancialmente se consolida la burguesía compradora. Pero hay que
decirlo, su triunfo electoral solo fue posible con el apoyo del revisionismo y
del oportunismo que dirige al movimiento sindical y campesino.
Por ahora
el revisionismo se ha replegado a vivir su cuaresma electoral. Muchos de ellos
se muestran frustrados al no haber podido acceder al aparato estatal:
correistas, Unidad Patriótica y gran parte de la dirigencia del movimiento
indígena.
Pachakutik
se dividió. Un sector alineado con Iza, ha asumido la responsabilidad de tratar
de levantar un movimiento indígena-campesino resquebrajado por las ínfulas
electorales de la mayoría de sus cuadros o dirigentes. Tarea imposible de
materializar en la medida que Iza también se alinea con el camino electorero,
es decir, sigue revolcado en el cuchitril electoral. El otro sector, afable
precisamente a Pérez, Tibán y Panda, vendieron sus almas a CREO y al gobierno
por algo más que un plato de lentejas.
Tanto los
oportunistas, como los revisionistas hicieron todo lo posible, con el apoyo de
las clases dominantes, en dividir el país entre correístas y no correístas. Con
base a este burdo reduccionismo, han pretendido eliminar las contradicciones
antagónicas que existe entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción; entre la gran burguesía y el proletariado; entre grandes
terratenientes y campesinado pobre.
Pero no
todo está perdido. El movimiento sindical comprometido con la clase y el pueblo
está activo, alineado con los propósitos del proletariado y ajeno a la danza
electoral de estos miserables.
El
elemento consciente de la clase ha luchado persistentemente, y no solo eso, ha
establecido un importante puente de comunicación, coordinación y lucha junto al
campesinado pobre. Tarea tenaz e importante, porque es ahí donde precisamente
se pueden materializar las condiciones subjetivas para desatar la revolución de
Nueva Democracia.
Las
luchas emprendidas por los trabajadores de la salud han sido las más
persistentes, incisivas, ajenas a los propósitos electorales; ha estado marcada
por una clara independencia de clase y que ha logrado arrancarle victorias al
viejo Estado y al gobierno.
Es
evidente que en medio de la crisis del imperialismo, de los viejos Estados, hay
un nuevo orden que se está fraguando, y lo hace en el curso de organización y
lucha, no puede ser diferente. No vamos a esperar primero a crear nuevas formas
de organización para después lanzarnos a la lucha por nuestras reivindicaciones
de clase, son acciones simultáneas que nos han permitido consolidarnos y
combatir incansablemente.
Hoy, al
celebrar el 1 de mayo, día del trabajador explotado, oprimido, pero rebelde,
reafirmamos nuestra vocación de lucha, indeclinable, intransigente, en contra
de toda expresión de explotación contra nuestra clase, campesinos pobres y
masas en general.
Conmemoramos
el 1 de mayo, en pie de lucha, levantando los puños y rojas banderas de la
clase que ya tiene establecido su derrotero para conquistar nuevos y mejores
días para nuestro pueblo, siempre conscientes de que la lucha en contra del
imperialismo y las clases dominantes no tendrá éxito si no luchamos en contra
del revisionismo y del oportunismo.
¡VIVA EL 1 DE MAYO, COMBATIVO Y REVOLUCIONARIO!
¡VIVA EL PROLETARIADO INTERNACIONAL!
¡COMBATIR Y RESISTIR!
LA REBELIÓN SE JUSTIFICA
¡SALVO EL PODER, TODO ES ILUSIÓN!
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