Cuesta saber si las desatinadas
expresiones de la asambleísta por Pachakutik, Rosa Cerda, son producto de un lapsus linguae, lapsus brutus, un mal
manejo del discurso ante sus compañeros, o es la expresión propia de una
sincericida.
Sea cual sea la razón, lo
manifestado por Cerda no llama la atención. La asamblea nacional es el hostal
del delito, el cuchitril de la gran burguesía y de los grandes terratenientes, un
antro donde bajo la figura de ser el escenario que cobija la representación
política del país, se orquestan todos los instrumentos jurídicos, y políticos
para que las clases dominantes sigan detentando el poder en desmedro de las
grandes mayorías.
¡Ven para mearte! Era el grito de
guerra de Nebot y los socialcristianos desde su curul en el Congreso. No hay
que perder la perspectiva de las cosas, desde sus orígenes, el Congreso o la
Asamblea, ha sido un escenario que expresa, además de la podredumbre de esta
vieja democracia, la descomposición del viejo Estado que tiene dificultades por
sostener el sistema de gobierno y su institucionalidad para que la dictadura de
grandes burgueses y grandes terratenientes puedan detentar su Poder.
Ya lo decíamos, la sola condición
de indígena no dice nada, es, definitivamente, su condición de clase la que
determina el comportamiento político de los individuos.
Nina Pacari, canciller del
régimen de Lucio Gutiérrez; Luis Macas, siendo indígena también fue Ministro de
Agricultura de Lucio Gutiérrez; Auki Tituaña, candidato a la vicepresidencia
con Guillermo Lasso, y así, una interminable lista de personajes políticos que han
nacido de las entrañas de la Conaie y de Pachakutik y que han terminado aliados
a los verdugos de sus pueblos.
La lista de asambleístas
comprometidos en actos de corrupción es interminable. Muchos de estos
“representantes del pueblo” han ido a parar a la cárcel porque a decir de
Cerda, se dejaron ver las cosas, o no
robaron bien; otros, se encuentran prófugos. De hecho, resulta hasta insólito,
para poner un ejemplo, como el asambleísta por MINGA, Mariano Curicama, de
Chimborazo, sentenciado a dos meses de prisión por cobrar coimas, asiste a la
Asamblea con su respectivo “grillete” colocado en la pierna para evitar se fugue
del país.
Estos miserables que siempre han
traficado con la sangre y las luchas de los indígenas y campesinos pobres;
estos miserables que han arrastrado a las masas a transitar el camino
burocrático, del constitucionalismo, de las elecciones, se merecen mucho más
que el grillete y el repudio de las masas; deben ser castigados como
corresponde a los traidores, a los que trafican con el hambre, el dolor y la
miseria de las masas, como se debe castigar a los shuas, sean estos indígenas o
no.
Ahora los puros, los impolutos de
la Asamblea piden la cabeza de Rosa Cerda; exigen a Pachakutik que sea sometida
al código de ética, la quieren el pie del patíbulo, se atreven a lanzar la
piedra sin vergüenza alguna, cuando con esa actitud lo único que pretenden es
lavarse la cara y las manos que las tienen untadas con la tinta indeleble de la
corrupción, quieren mostrarse como una institución ecuánime, honesta, transparente
y al servicio de todos. ¡PATRAÑAS!
Cuando los comunistas convocamos
a ¡No votar!, es porque tenemos claro que el ejercicio electoral solo legitima
el viejo Estado, que básicamente cada determinado tiempo votamos para elegir a
nuestros verdugos, a quienes sin miramiento alguna se vuelvan sobre las masas
por salvar la vieja institucionalidad.
Cuando decimos ¡No votar!, lo
hacemos porque somos conscientes de que ganar la presidencia, Asamblea,
gobiernos seccionales o cualquier representación política en el país en nada
aporta al necesario proceso de trasformación estructural que requiere esta
vieja sociedad; que los “elegidos” de una u otra manera, más temprano que
tarde, se volcarán sobre las masas como buitres carroñeros.
¿Queremos libertades? ¿Queremos
conquistar derechos?, ¿queremos evitar que los gobernantes sigan recargando el
peso de la crisis del imperialismo y del capitalismo burocrático en los hombros
de las masas?, pues bien, organicémonos, luchemos, no en las urnas, no desde la
Asamblea, sino desde las montañas, en el campo, en las ciudades, en las
barriadas, en los sindicatos; castiguemos a nuestros verdugos, no importa si
son indígenas, mestizos, o caucásicos, lo que cuenta es que independientemente
del grupo étnico al que pertenecen, sexo o género, por su posición de clase
sirven al viejo estado burocrático terrateniente, sirven a la vieja dictadura
de grandes burgueses y grandes terratenientes, son lacayos del imperialismo,
entonces debemos arremeter con todo lo que podamos en contra de ellos.
¿Queremos el Poder?, pues bien,
desatemos la gran tormenta obrera campesina de la guerra popular para no dejar
piedra sobre piedra de este viejo estado.
Comentarios
Publicar un comentario