Los permanentes conflictos que se
han venido presentando en Afganistán desde el siglo pasado, no han sido
producto de las contradicciones religiosas generadas por un grupo de fanáticos del
Islam o por los desaforados intentos del imperialismo yanqui de llevar “democracia
a un país donde solo impera el desorden y el terrorismo”; por el contrario, lo
que establece su recurrir histórico son las luchas que han emprendido las masas
por dirimir una serie de contradicciones antagónicas consecuencia de la
opresión imperialista, la subsistencia de la feudalidad y los antagonismos de
clase.
En el seno de esta sociedad la brega
por la tierra por parte de los campesinos pobres ha sido recurrente, de hecho,
en las últimas décadas, la reivindicación de territorios ancestrales por parte
de más de 25 etnias que existen en el país, ha estado marcada por violencia e
inestabilidad interna. Las disputas entre estos pueblos y, a la vez, entre
clanes, por la tenencia de recursos como la tierra, el agua, la madera, los
minerales, propugnan e impulsan muchos de estos conflictos y, a menudo, sirven
para agravar divisiones étnicas, políticas y regionales existentes.
Sin lugar a dudas la contradicción
fundamental en Afganistán es nación-imperialismo, de esta subyacen las otras
contradicciones. Reino Unido, a su tiempo la URSS; EEUU, Rusia, Arabia Saudí,
Pakistán, India, Francia, entre otros, han metido sus narices y fusiles en
Afganistán, siendo la presencia yanqui la más determinante y cruenta de todas.
Afganistán se encuentra ubicado
en una región estratégica, entre el centro y sur de Asia, y sin desestimar las
grandes reservas de petróleo y gas, su ubicación ha sido fundamental dentro de
la violenta repartija de los países del tercer mundo por parte de las potencias
imperialistas.
La opresión imperialista ata o
articula todas las expresiones o relaciones de producción feudales y
semifeudales que en gran medida ha generado cierta tendencia a que los
gobiernos sean manejados por una burguesía
compradora que pugna y colude con la expresión burocrática en medio de una
fuerte corriente etnonacionalista.
La Unión Soviética invadió
Afganistán en 1979 bajo el liderazgo de la rata revisionista de Brezhnev, constituyéndose
en uno de los últimos conflictos de la guerra fría sostenida entre el
imperialismo yanqui y los socialimperialistas soviéticos. La invasión, más allá
de la supuesta intención de la URSS de implementar el socialismo en Afganistán,
además de tener control sobre los recursos naturales de ese país, se llevó a
cabo pensando en las complicaciones que atraía a su territorio la posibilidad
de que los EEUU puedan tener un enclave estratégico en la región. En la
actualidad Rusia, China, Irán y Paquistán, comparten esa misma preocupación,
aspecto que entrega suficientes argumentos para que Afganistán sea un
territorio en disputa imperialista.
“No importa si el gato es
negro o blanco, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”´ sostenía el revisionista Den Xiao Ping. Que
el imperialismo yanqui apoyó a un grupo de radicales en Afganistán para que
dirijan la lucha de las masas por expulsar a los soviéticos es una verdad objetiva,
inapelable, pero no solo eso, sino que dicho apoyo también llevaba consigo las
pretensiones de los EEUU de controlar los recursos naturales de Afganistán, y desde
luego, sentar bases militares en una región estratégica para el control de Asia.
Claro, hay escenarios diferentes en tiempo y en forma, y quizá sea la razón por
la cual nuestros países, de tercer mundo, no hayamos conocido aún la verdadera
independencia, haber recibido la ayuda de “bienintencionadas” potencias en los
procesos independistas desde el siglo XVII. En Latinoamérica, muchos países,
para quitarse de encima el oprobio de la colonia española tuvimos que anclarnos
a la ayuda de los ingleses, no solo en términos militares, sino también económicos,
deuda externa, etc., entonces sucede que sí importa si el gato es negro o
blanco porque de eso depende el futuro de los pueblos.
Importó que los revisionistas
soviéticos (gato rosa) invadieran Afganistán en 1979 para ayudar a
“reconstruir” ese país después del tétrico gobierno del príncipe Mohamed Daud;
o, que posteriormente, el gato negro de
EEUU apoye a la lucha de los afganos en contra de los soviéticos; no diferente
a que ahora, los otros gatos, China,
Qatar, Arabia Saudí o Rusia, apoye la presencia de los talibanes en el escenario
político de Afganistán, porque con toda seguridad el gobierno talibán devendrá
en títere instrumentalizado por otra potencia ajena a occidente. Gato blanco o
gato negro, es la expresión viva del pragmatismo oportunista que busca aliarse
a los enemigos de sus enemigos para tratar de fundamentar sus conquistas
políticas.
En definitiva, la liberación
nacional es una tarea pendiente que tiene no solo Afganistán, sino más del 75%
de países del mundo.
Después de la revolución en
China, está claro que resolver el problema de la liberación nacional está
plenamente determinado por la clase que dirige dicho proceso. Hoy, en el caso
de Afganistán muy poco o nada conseguirá ese pueblo en términos de su
emancipación en manos de un gobierno teocrático que seguramente atará y
subordinará su país a otra potencia mundial, reproducirá feudalidad y miseria
para su pueblo. Afganistán, como todos los pueblos oprimidos del mundo,
requieren que sea el proletariado y sus
aliados quién dirija la lucha de liberación nacional, lucha que no puede ni
debe estar deslindada de la brega por abolir la feudalidad y destruir el
capitalismo burocrático.
Las condiciones objetivas para la
revolución de Nueva Democracia en Afganistán están dadas; urge la
reconstitución de su partido comunista, urge que el proletariado construya los
instrumentos para la revolución: Partido, Frente y Ejército Popular para
aplastar las tres montañas que oprimen al pueblo.
¿Por qué fracasó los EEUU en
Afganistán?
Primero, porque es imperialismo,
porque es tigre de papel, porque va cosechando derrota tras derrota, porque la
voluntad e intención independista de los pueblos oprimidos va más allá del
esfuerzo o capacidad económica/militar que tenga cualquier potencia mundial. Porque
los pueblos del mundo ya no tememos su aparente fuerza, su chantaje guerrerista
o su amenaza nuclear.
No le alcanza a los EEUU provocar
disturbios, realizar matanzas colectivas, amenazar con arrasar todo el
territorio afgano o jugar a la supremacía mundial metiendo sus puercas manos en
cualquier país del tercer mundo, porque
lo estamos viendo, palpando, las masas pueden ir más allá con relación a las
pretensiones de cualquier potencia opresora.
Si bien es cierto la ofensiva
final de los talibanes en Afganistán duró apenas unas semanas, hay que destacar
que su lucha llevó más de 20 años contra las fuerzas invasoras del imperialismo
yanqui. Nunca los militares gringos pudieron vivir en paz, no hubo manera de
detener a combatientes solitarios, células, destacamento o grupos más
estructurados como batallones que atacaban posiciones gringas en cualquier
lugar y en cualquier momento.
Pero es importante señalar que poco
o nada pudieron haber avanzado los talibanes si no contaban con el apoyo de una
vasta población aburrida del sometimiento y agresiones de los yanquis. ¿Acaso
no deja secuelas en la población los bombardeos a hospitales, colegios o
sencillas viviendas de campesinos pobres? ¿Acaso la presencia de fuerzas de ocupación
no genera respuestas de las masas oprimidas? ¿Acaso los pueblos no quieren su
emancipación?
La presencia de los talibanes en
el gobierno y en la administración del viejo estado afgano (uno de los más
añejos de Asia) potenciará el desarrollo de la alianza entre grandes señores de
la tierra (feudales) y la burguesía compradora neutralizando la posibilidad de
desarrollar las fuerzas productivas,
eliminar viejas y explotadoras relaciones de producción y que en el
campo de la superestructura, el manejo de la religión será utilizado para
articular la población y a la vez para controlarla, someterla.
Hoy los talibanes con el apoyo de
las masas han derrotado transitoriamente al imperialismo yanqui, es importante
señalarlo, más en la medida que dicha victoria, por circunstancial que sea, se
realiza en un país atrasado como Afganistán donde han hincado rodillas desde
Ciro el Grande, los ingleses, soviéticos, paquistaníes… hasta los yanquis, aspecto
que señala de la viabilidad y posibilidad de derrotar, humillar y expulsar al
invasor en cualquier lugar del tercer mundo.
Debemos sacar lección de lo
sucedido en Afganistán, el problema de la liberación nacional no puede ser
abordado sin considerar, en el curso, la resolución de las contradicciones
secundarias como la eliminación de la semifeudalidad y la destrucción del
capitalismo burocrático; que esta brega de las masas solo es posible con la
participación del mar armado de masas, pero sobre todo, con la correcta
dirección ideológica: el marxismo-leninismo-maoísmo.
¡YANQUIS, GO HOME!
¡CON EL MAR ARMADO DE LAS MASAS, A EXPULSAR AL INVASOR!
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