Primeramente hay que señalar que,
al igual que el pueblo japonés, siempre consideramos que las olimpíadas no se
debieron llevar a cabo.
En la mayoría de países del
mundo, la pandemia, en medio de todo, tuvo la capacidad de desnudar de mejor
manera la debilidad de los viejos Estados, sus crisis, sus falsas fortalezas, y
el Japón no fue la excepción. Previa a la realización de los juegos olímpicos, miles
de trabajadores y estudiantes se manifestaron en contra de su realización al
grito de que: “Con el coronavirus han
salido a la luz problemas de Japón como la pobreza, el estancamiento económico
o la situación de las mujeres. Las grandes empresas solo buscan el beneficio,
este evento es un ejemplo”
La ilusión de los deportistas ecuatorianos.
Definitivamente la participación
de la delegación deportiva ecuatoriana en las olimpíadas de Tokio ha sido de
las más honrosas de su historia.
Hasta la fecha, dos medallas de
oro y una de plata. Muy bien, sin embargo, es evidente que este triunfo le
corresponde a sus protagonistas, a los deportistas, sin desestimar el hecho de
que en alguna medida, le han regalado una efímera alegría a nuestro pueblo que
cotidianamente vive apaleado por la
crisis del capitalismo burocrático, el desgobierno y todo el lastre que implica
esto: violencia, desempleo, miseria, hambre, etc.
Si por un lado hay un claro
triunfo, por otro lado hay una clara derrota, la del viejo Estado.
Es importante resaltar un aspecto
decidor; la preparación y participación de los deportistas en las olimpíadas
responde a esfuerzos básicamente personales, procesos en los que poco o nada ha
participado el Estado.
Al Estado no le interesa la
formación de deportistas y, cuando lo hace, es porque entre los directivos,
autoridades, ministros, han encontrado la posibilidad de robar, de enriquecerse
y de reproducirse políticamente.
Parecería que nos olvidamos del
ministro de deporte, Raúl Carrión, personaje propio de la burocracia
ecuatoriana que, en el 2008, al ser detenido por delincuente, en clara muestra
de desesperación por eliminar pruebas, se tragó (literalmente) ante el fiscal y
sus captores, los cheques que lo incriminaban en el lavado de activos por más
de 3 millones y medio de dólares. Es más, el ministro actual, Sebastián
Palacios, antes de posicionarse al frente de la Secretaría del Deporte, fue
denunciado por cobrar coimas para entregar puestos burocráticos, además, de
cobrar “diezmos” a sus trabajadores; es decir, reproduce semifeudalidad desde el
aparato burocrático, de la misma manera como sucede en todas las instituciones
públicas del país donde las autoridades o funcionarios altos y medios cobran a trabajadores
o contratistas un porcentaje por el puesto de trabajo o por alguna
contratación. “Recorte”, le llaman; para ser más claros, es habitual entre los
trabajadores de la construcción, guardias de seguridad, jornaleros del campo,
el contratista o sus subalternos, cobran o “recortan” mensualmente parte del
salario a los trabajadores por “hacerles el favor” de darles trabajo.
Hay otro aspecto de suma
importancia que debe ser analizado con relación a los deportistas que participan
en las actuales olimpíadas: todos devienen de sectores sociales deprimidos,
pobres, de barriadas miserables. ¿Casualidad?, ¿entre las masas pobres está el
potencial deportivo?: ¡patrañas!, al igual que en el fútbol, si las masas no
buscan la posibilidad de surgir económicamente a través de la práctica
deportiva no tienen otras alternativas; es más, la única manera de que nuestro pueblo
sea visibilizado por el Estado y las clases dominantes es a través de algún
logro deportivo, caso contrario vivirán bajo la sombra del olvido, y al
respecto, hay una larga lista de deportistas que vivieron la ilusión de triunfar
en el deporte para dejar de ser pobres y oprimidos. ¡Todo, o nada! ¡O las masas
triunfan deportivamente, o seguirán viviendo en la miseria! Parecería ser la
consigna general.
En las olimpíadas de Tokio ha
perdido el viejo estado. Las declaraciones de los medallistas son claras y
contundentes: ¡no nos apoyaron!; ¡nos pedían coimas para que nuestro equipo de
colaboradores puedan acompañarnos a las competencias!, ¡me pidieron favores sexuales!,
y así, una serie de reclamos y de oportunas denuncias que muestran una
lacerante realidad del deporte en el país.
Ah, desde ya, nuestros niños,
niñas, y jóvenes, millones de ellos, aquellos que no pueden acceder a un buen
sistema educativo, alimentario, sin oportunidades de visualizar en el futuro un
trabajo elementalmente digno; los descalzos, los sin tierra, sin hogares, esos,
ya estarán haciendo filas para tratar de ser futbolistas, ciclistas,
corredores, levantadores de pesas, en fin, cualquier cosa que pueda colocar en su
horizonte una luz que medio encienda la oscuridad en la que viven.
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