El problema de la mujer en
nuestras sociedades no está atado al determinismo natural que habla de su
condición deificaría, por el contrario, está íntima e inseparablemente ligado
al modo de producción, las relaciones de producción y a la subestructura
política, cultural e ideológica que sostiene un régimen de explotación y
opresión generalizada.
Por concepción política e
ideológica, cuando analizamos el problema de la mujer, no lo hacemos desde el
genérico, pues la sola condición de mujer no nos refiere su condición social,
de clase, del papel que cumple en la producción y en ella, de la sociedad.
El 8 de marzo no es el día de la
mujer, es un día en el que recordamos y enarbolamos el papel transformador que
tiene la mujer trabajadora y consciente de la necesidad de enterrar toda forma
de explotación y opresión, tarea que sólo y únicamente puede darse en el curso
de la transformación revolucionaria de la sociedad.
Es imposible hablar de revolución
sin considerar el decidido y combativo aporte de la mujer en dicha tarea. El
camino ya lo trazaron mujeres de la talla de Lorenza Abimañay, Manuela León, Clara
Zetkin, Rosa Luxemburgo, Nadia Krupskaia, Chiang Chin, Nora, Edith Lagos,
Sandra Lima, Emilia, entre otras, camaradas que vivirán por siempre en el
corazón y luchas de la clase y de los pueblos oprimidos del mundo.
¡A DESATAR LA FURIA REVOLUCIONARIA DE LA MUJER!
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