FIN DE LAS MOVILIZACIONES. LA NECESIDAD DE LA LUCHA POR EL PODER


¡Salvo el Poder, todo es ilusión!

En medio de un revuelto originado por el desatino en el manejo de las negociaciones por parte de la dirigencia indígena, la represión gubernamental, la emboscada tendida por la iglesia católica y la metedura de mano del correísmo a las movilizaciones (desde la Asamblea), estas llegaron a su fin dejándonos -al igual que en octubre del 2019- un sabor amargo, con una “victoria” pírrica, que deja un balance magro con relación a las pretensiones de todas las organizaciones que participamos decidida y combativamente durante los dieciocho días del levantamiento popular.

No solo se dejó regado en los escombros de la movilización el sostenimiento de los 10 puntos planteados en la Agenda de Lucha Nacional y que se supone eran irrenunciables, sino que, una vez más, se traficó con la sangre de aquellos que entregaron sus vidas al proceso.

Henry Quezada, egresado del colegio Mejía. Como millones de ecuatorianos, tuvo que emigrar a Europa en búsqueda de trabajo. A su regreso se encontró con un país sin oportunidades laborales. Sin tener militancia política alguna, decidió sumarse a las movilizaciones. Fue asesinado por los militares de un disparo de escopeta en el pecho, en el Arbolito, Quito.

Guido Guatatuca, comunero Kichwa de la parroquia Curaray, en la frontera con el Perú. Los militares le dispararon una bomba de gas a quemarropa que se le incrustó en el ojo y causando severo daño cerebral. Su muerte fue dantesca, dramática.

Jhon Félix Muenala murió en medio del ataque y persecución de policías que los empujaron a una profunda quebrada en las cercanías a Quito.

Franco Iñiguez Camacho, de 36 años, padre de familia, ex obrero de una fábrica de textiles; estaba en la desocupación, como 7 de cada 10 ecuatorianos. Murió asesinado por los militares en San Antonio, Quito. La reacción de las masas ante este crimen no se hizo esperar, emboscaron el convoy militar compuesto por 3 camiones del ejército, un camión plataforma y una retroexcavadora. Fueron destruidos totalmente y generando 17 heridos entre la tropa asesina.

Marcelino Villa murió producto del impacto de una granada de gas en su cráneo, en la localidad de Tarqui, Cuenca.

Además de estas lamentables pérdidas, hay personas con mutación de ojos y severas lesiones cerebrales producto del impacto de granadas de gas y perdigones. Seis desaparecidos, más de 500 heridos y centenares de detenidos.

La responsabilidad en el asesinato de estos manifestantes descansa en militares y policías. No puede quedar en la impunidad.

Hay que señalar que la reacción de las masas fue contundente. En respuesta al vil asesinato del compañero Guatatuca, las masas enardecidas de Shushufindi emboscaron al convoy de 17 vehículos de transporte de combustibles. La caravana fue parcialmente destruida y se ocasionó varios heridos entre los militares.

Se realizó la toma de la subestación eléctrica de Tisaleo, Tungurahua. Los comuneros suspendieron el suministro de energía eléctrica en la provincia. De igual manera, se ejecutó la toma de pozos petroleros, suspendiendo la producción de hidrocarburos; toma de antenas de comunicación, suspendiendo las comunicaciones de los militares y medios de prensa. Cierre de carreteras, obstrucción al sistema productivo de las grandes empresas en el campo y en la periferia de las ciudades.

En Shushufindi se causó una baja mortal entre los militares. A nivel nacional, cerca de 300 militares y policías heridos y varios militares y policías retenidos por las masas.

Las emboscadas a los militares en Shushufindi y San Antonio de Pichincha, fueron respuestas populares a los asesinatos de los compañeros manifestantes; de ninguna manera, como pretenden hacer creer los medios de prensa, fueron operaciones previamente planificadas.

Según fuentes del gobierno, 238 policías resultaron heridos, 37 policías fueron retenidos (posteriormente liberados), se realizaron 5.251 eventos de alteración pública. 162 personas detenidas, 10 UPC (puestos policiales) destruidos; un edificio de distrito destruido, 11 vehículos policiales destruidos, 77 vehículos policiales con daños materiales, 6 motos incineradas, 23 motos con daños materiales, radios y armamento desaparecido.

Los daños ocasionados a medios del ejército también son importantes. Transporte pesado, maquinarias, vehículos livianos, recuperación de armamento, etc. En ese sentido, los militares son más reservados en entregar esa información.

Cobra importancia la intervención combativa de las masas en los campamentos de las empresas mineras concesionadas a las grandes trasnacionales. Se les causó daños importantes, en algunos casos fueron barridos totalmente.

Las manifestaciones no podían realizarse con guante blanco. La reacción sostiene que las masas tienen derecho a manifestarse, pero que es un derecho que debe ser asumido pacíficamente. ¿Por qué?, porque ese tipo de marchas a las que nos tienen acostumbrados los oportunistas del FUT, CEOLS, CTE, CUT, etc., no le causa malestar o inquietud al gobierno, porque no pasan de ser comparsas de un grupo de amigos que desfilan con banderas por las calles de las ciudades y escoltados por la policía. No generan entorpecimiento alguno al sistema productivo de la gran burguesía y grandes terratenientes, son tingazos al oído del gobierno que en nada los inmuta.

Las movilizaciones con carácter violento tienen la capacidad de movilizar a las masas con toda su furia y dolor reprimido. Se paraliza al sector productivo, quienes detentan los medios de producción sufren pérdidas económicas, y eso les duele, les desespera, berrinchan, se ven abocados a soltar las amarras de militares y policías, de periodistas y politiqueros que desde la Asamblea o cualquier otro reducto de la vieja democracia exigen represión, mano dura, uso progresivo de la fuerza, que disparen, que asesinen, mientras banalmente tratan de justificar  el por qué no deben ser atendidos los pedidos de los manifestantes.

Uno de los errores más crasos que se ha presentado a lo largo de 18 días de jornadas de lucha ha sido permitir que el gobierno y el estado anclen las movilizaciones básicamente al movimiento indígena. Se pretende aislar al proletariado y demás masas oprimidas de esta gran minguería por la dignidad y derechos de los pueblos. Y la reacción lo hace de manera consciente, porque ubica el descontento, el hambre, la desatención, en un segmento poblacional (indígenas) que representa el 7% de la población, cuando el desempleo, miseria, pauperización en el nivel de vida, y con él, la rebelión de las masas, compromete a las grandes mayorías, a la mayor parte de la población, a clases que son subyugadas, explotadas y reprimidas por clases plenamente identificadas y que están aupadas en la gran burguesía (burguesía compradora, Lasso, etc., burguesía burocrática, Correa, Deller, etc.) y desde luego, de grandes terratenientes.

Si bien es cierto, la dirigencia de la CONAIE es quién convoca a las movilizaciones, inmediatamente sindicatos, organizaciones populares y la generosa y espontánea adhesión de las masas le dieron sinergia a la lucha. Es decir, no fue un levantamiento básicamente indígena, fue campesino, popular, de hecho, basta ver que quienes estaban al frente de las movilizaciones en la ciudad de Quito eran obreros, informales, gente del pueblo. Este segmento poblacional es quién puso la mayor cuota de muertos, heridos y detenidos.

Debemos reconocer que el movimiento indígena/campesino de la sierra es el más consolidado con relación a la organización y movilización obrera-campesina de otras regiones del país. Capacidades que no son necesariamente producto del trabajo que hace el oportunismo y, en algunos casos, el revisionismo, por el contrario, son masas espoleadas por sus condiciones de vida, son centro donde hay una mayor pauperización social en todos los sentidos, siendo, en términos objetivos, las razones que potencian su rebeldía y predisposición para luchar; escenario que hábilmente ha sido utilizado por su dirigencia para cabalgar sobre esas masas en beneficio de sus intereses electoreros.

En el análisis que tiene el FDLP-EC sobre el carácter del estado ecuatoriano, la caracterización de la sociedad de donde se desprende su condición semifeudal y semicolonial que ata con odiosas y añejas relaciones de producción a las masas campesinas, entre ellas, a las minorías nacionales. Estas relaciones de producción semifeudales, son las que ubican al campesinado pobre, independientemente de su razón o condición étnica, como el sector más deprimido y explotado del país, por encima, inclusive, de la clase obrera, quienes, con base a su lucha y niveles de organización que salen de la periferia, han logrado importantes conquistas al viejo estado, las mismas que no tienen los campesinos pobres.

Campesinos sin tierra, y si la tienen, de mala calidad, microfundios improductivos, labradores vendiendo temporalmente su fuerza de trabajo a campesinos medios o grandes terratenientes o, migrando a las ciudades de manera cíclica a ser parte de este creciente mar de informales que no llega a convertirse en proletariado;  trabajando en condiciones de peones, sin beneficios de ley, sin aseguramiento social, sin vivienda, y como si fuese poco, con salarios que en nada se compadecen con el mínimo vital. Paga diaria o por jornal, sumidos en la servidumbre y sometidos a una profunda y abyecta discriminación. Esas son las razones por las cuales en el actual momento histórico los campesinos son los más avanzados en la lucha, porque sus condiciones de vida material los empuja a luchar decididamente.

La distorsión a la que ha sido llevado el movimiento indígena/campesino los ha empujado a bregar por reivindicaciones de carácter general que no atacan su principal problema, el de la tierra, eje concéntrico a partir del cual se mueven luchas y reivindicaciones como la eliminación del latifundio, la servidumbre, del gamonalismo, que expresa la hegemonía de la propiedad semifeudal y el mecanismo corporativizador del viejo Estado; la eliminación de relaciones de producción que los tienen sumidos en la más abyecta miseria y explotación.

Hay quienes han visto el levantamiento, desde una perspectiva estratégica, como un fundamento para sostener que el carácter de la revolución en el Ecuador es socialista y su forma principal de lucha insurreccional. Nada más tirado de los cabellos. Propio de la pequeña burguesía consideran que estos procesos son eminentemente revolucionarios, y pierden la perspectiva de la realidad, de un correcto análisis de la historia, del movimiento y evolución que ha tenido la semifeudalidad y el capitalismo burocrático en el país.

Para nosotros, el esgrimir, la consigna A TOPE Y HASTA EL FONDO, HASTA LA DESTITUCIÓN DEL BANQUERO, tenía como fundamento poner en tensión todas las fuerzas del paro para dirigirlas en ese sentido. Con esos propósitos se buscaba la desestabilización del régimen, romper su programa económico, obligarlos a recurrir a la reforma renunciando a los mandatos del FMI. Destituido Lasso, se podía alterar o entorpecer el plan que tiene el imperialismo yanqui no solo para el país, sino para la subregión andina, además de minar la estructura “democrática” del Estado y atizar la lucha de clases.

Para el Frente la salida de Lasso no lo era todo, está claro, lo sacamos y al momento nos ponen otro, muy posiblemente volveríamos a eso comportamiento pendular, alternativo que tiene la gran burguesía, burgués comprador reemplazado por un burgués burocrático. Y como estaban las cosas, los correístas se apuntaban a ese relevo. Pero en medio de todo, el solo hecho de poner en tensión a las masas, movilizarlas con respuestas combativas, ya nos permitía golpear los centros fundamentales del Poder económico del país, debilitarlos. Y ellos cayeron fácil en el despliegue popular, porque soltaron la represión y atizaron la lucha, se vieron obligados a sacar todas sus ínfulas feudales, racistas, y delimitaron más su distanciamiento y antagonismo con las masas, y eso no queda no solo para el registro, sino para favorecer las bases de nueva organización, nueva dirección política e ideológica con nuevos y mejores objetivos.

Lo suscitado en el marco de las movilizaciones nacionales nos han permitido palpar de mejor manera que las condiciones para la revolución en el país están maduras, que una chispa puede encender la pradera, pero no necesitamos una llamarada que se extinga al poco tiempo o que pueda ser apagada con relativa facilidad, ya sea por acción de la represión como por la acción de los mismos dirigentes de las distintas organizaciones indígenas, campesinas, sindicales y populares. Necesitamos una chispa que encienda la pradera, los bosques, los páramos, la selva, los pueblos, pero que permita trazar clara y plenamente la estrategia de que el campo se convierta en el fuego abrazador que asfixie las ciudades hasta la conquista del Poder. El levantamiento popular resultó ser un ejercicio práctico de que funciona, de que esa es la vía.

Ahora bien, sucede que, en el curso de las movilizaciones, los politólogos, los estrategas del estado, como es el caso del nefasto y criminal agente de la CIA, coronel Mario Pazmiño, vomita su verborrea para ponerse en el escenario y posicionarse políticamente, seguramente está vinculado a algún proyecto electoral o tiene sueños de perro, ser nombrado ministro de defensa de Lasso. Emite declaraciones confusas e infundadas que rápidamente son reproducidas por la prensa burguesa, habla de una serie de organizaciones “guerrilleras” que están infiltradas en las movilizaciones. Vaya payaso, desestima, subestima la capacidad combativa de las masas, no se dan cuenta de que han sido precisamente ellos, la reacción y las condiciones de vida, las que ha ido forjando combatientes en el seno del pueblo que cada vez luchan con mayor vehemencia y decisión.

Hoy el principal enemigo del país, del Estado, de la democracia, de la paz, es el maoísmo. Para ellos, el viejo Estado, el gobierno y los aparatos represivos, todo es maoísmo, atrás de cada puerta que se abre del lado de las masas es legado de “Sendero Luminoso” o seguidores del Presidente Gonzalo.

Que Iza y la dirigencia de la CONAIE son maoístas, dice Pazmiño; sin embargo, para nosotros, los maoístas, por ahora la CONAIE está lejos, muy lejos del maoísmo, mucho más del presidente Gonzalo. No diferente con otros grupos y organizaciones a los que burda y torpemente trata de identificar de esa manera.

Le temen al maoísmo, les quita el sueño, lo ponen por delante como el principal enemigo. Y hace bien, una cosa es lidiar con la pequeña burguesía, una cosa es confrontar al aparatismo o a las OPM´s, y otra cosa es combatir a las masas pertrechadas el marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo cuyas fuerzas, independientemente de lo que el Estado haga por neutralizarlas, están condenadas a triunfar, y no desde la espontaneidad, del aventurerismo pequeño burgués o desde los procesos insurreccionales, sino desde la guerra popular, prolongada, que cerca las ciudades desde el campo, que construye Nueva Democracia, que es una revolución democrática de nuevo tipo que atiende, precisamente, el problema central de campesinos pobres, el problema de la tierra, la socialización de los grandes medios de producción, el desarrollo de las fuerzas productivas, la eliminación de relaciones de producción serviles, tanto en el campo como en la ciudad, que derrota y expulsa al imperialismo, a sus testaferros, el revisionismo y el oportunismo, pero, sobre todo, que es camino ininterrumpido al socialismo y la dictadura del proletariado.

En definitiva, aun es necesario hacer un balance más profundo. No necesariamente debemos hacerlo a partir de que, en la mesa de negociaciones, la dirigencia de la CONAIE se lanzó a salvar ciertos réditos políticos que le permita a su dirigencia sostener su agenda electoral.

Soslayaron la participación, en las negociaciones, de otros actores fundamentales en el levantamiento popular. Al parecer para la dirigencia de la CONAIE nada significó el aporte de las masas urbanas, de obreros, de informales, de estudiantes, de proletarios. Hay que decirlo, negociaron de espaldas a las masas, los resultados de esas negociaciones no recogen las demandas de las grandes mayorías. De todas formas, lo poco que se ganó debe ser defendido; lo que, en la calle, en las barriadas pobres, en el campo, ganamos en franca y difícil lucha, debe ser defendido.

No se consiguió que el gobierno acepte y cumpla con los 10 puntos de la Plataforma de Lucha Nacional.  Centrarnos en la lucha por la rebaja de 40 centavos al precio de combustibles era fundamental, por su significado, iba más allá de la reducción en el precio de la gasolina y diésel, hacerlo apuntaba a dinamitar el programa económico del gobierno, poner patas arriba la relación entre este y el FMI, sin embargo, no fue posible, el incremento fue ajustado en una dádiva de 15 centavos. El trato que se le dio a estas negociaciones no fue diferente al de una compraventa cualquiera, a una transacción comercial de mercado. Una puja que no escatimó que atrás de ceder en el pliego de peticiones ya estaba el peso de cinco muertos, mutilados, presos, perseguidos y el esfuerzo vital de las masas. El cálculo político pudo más.

Se pueden resaltar otros aspectos positivos de la jornada; ahora, más que nunca, sabemos que vamos por el camino correcto, que el campesinado es la fuerza principal de la revolución, que la conducción o línea ideológica del proletariado es la que debe llevar las riendas de la transformación revolucionaria de la vieja sociedad; que vivimos una situación revolucionaria en ascenso, que además de las condiciones objetivas, se van consolidando posiciones en torno a lo subjetivo, la construcción de los instrumentos, puestos a prueba en fuego, en caliente, como corresponde.

También palpamos una vez más del alto nivel y combatividad de las masas, que se ha abierto más la brecha entre explotados y explotadores, que las contradicciones, en la mayoría de los casos, son antagónicas, irreconciliables y que solo pueden ser dirimidas en la lucha de clases y con guerra popular.

Otro aspecto a resaltar es la participación de sindicatos que cobijados por la línea ideológica correcta se han sumado a la lucha. Otrora, manejados por la tenebrosa mano del revisionismo, hoy son contingentes de lucha. Eso es importante. Si bien es cierto costó imprimir línea política e ideológica a la movilización, en los escenarios donde fue posible hacerlo, la diferencia fue notoria, no solo en los niveles de organización, sino de compromiso y combatividad.

Ya van quedando arrumados a la sombra del olvido los dirigentes obsoletos, añejos y caducos del sindicalismo del país. A pesar de que Iza, después de la firma del acuerdo con el régimen, le dio tribuna a esta sarta de cobardes del FUT en la Casa de la Cultura, estos no representan a nadie ni a nada, salvo a sus camarillas que han hecho del discurso popular, sindical y hasta revolucionario su plataforma para visibilizarse y luego venderse a cualquier postor. Iza le dio tribuna precisamente a quienes pusieron a Lasso en el gobierno. Vaya incoherencia.

Hemos asistido a un extraño fenómeno de renovación y posta en la dirección del movimiento indígena campesino del país.

Desde la perspectiva del oportunismo, Iza es un triunfador que consolida su dirección política del movimiento, desde la revolución, hay mucho que ver y observar al respecto. Pero atrás le viene la Tibán. Como siempre, hábil. Oportuna. De haber estado en la inmundicia se dedica a respaldar a Iza.  Ahora le hace contrapeso en la dirección de la CONAIE. No es gratuito, es plan del estado.

Yaku Pérez, el oportunista, otro que empujó electoralmente a las masas a votar por el banquero, vive su muerte política, tanto como la LLori y Quishpe en la Asamblea.

El verdadero rol de los campesinos no necesariamente debe orbitar en torno a las organizaciones que terminan por corporativizarlas, controlarlas, de hecho, fue palmario el papel que sigue jugando la iglesia católica, los evangelistas, la religión en el seno del movimiento indígena/campesino como piedra de tope de sus verdaderos propósitos revolucionarios, y depende de la capacidad que tengamos los comunistas de generar organizaciones propias, nuevas, con correcta dirección ideológica, política, para lanzarlas por el camino democrático, del pueblo, de la revolución; de igual forma en el sindicalismo, de tal manera que este tipo de levantamientos no caigan en la subjetividad, en el coyunturalismo, sino que abonen a la destrucción del viejo Estado burocrático terrateniente, que abonen al desate de la gran tormenta obrera campesina de la guerra popular y la construcción del nuevo Poder.

¡SOLO CON LUCHAS SE CONQUISTAN DERECHOS Y LIBERTADES!

¡DERROTAR AL IMPERIALISMO, APLASTAR AL REVISIONISMO Y AL OPORTUNISMO!

¡LA REBELIÓN SE JUSTIFICA!


 

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