El asesinato de dirigentes populares e indígenas no es nuevo en el país. En
el régimen de Correa asesinaron a Bozco Vizuma, a José Tendetza y Fredy Taish
por la defensa de la tierra. En el levantamiento del 2019 fueros fusilados
algunos, entre ellos, Víctor Guaillas; hoy, en manos del banquero, Eduardo
Mendua, dirigente de la Conaie.
Es la proyección que va tomando la lucha de clases en el país; deviene en
cruenta, a sangre y fuego; aquí depende de qué lado estamos dispuestos a estar,
¿del lado de las víctimas o del lado de aquellos que estamos dispuestos a
defender nuestras vidas a cualquier costo?
O militarizamos las organizaciones populares e indígenas o tendremos que
estar recogiendo cadáveres y salir a quejarnos en los organismos
internacionales que en nada solucionarán este severo problema al que estamos
siendo sometidos.
La disyuntiva se presenta de manera clara. Resistimos con las armas en las
manos, o nos asesinan. Si perdemos la iniciativa, esta será tomada por el
enemigo del pueblo y seremos derrotados.
Con la militarización de las masas tendremos un mar armado de masas, única
garantía de derrotar al régimen del banquero, de la burguesía compradora y al
viejo Estado.
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